Profeso una sincera admiración por el Papa Francisco, no ceja en denunciar los abusos de los poderosos y la marginación de los más desfavorecidos, al tiempo que avisa del riesgo de perder la dignidad en el altar de la vanagloria. Nos advierte del riesgo de caer en la vergüenza de haber perdido la vergüenza.

Una muestra lamentable de esa actitud la tenemos en la noticia de que el PP celebrará en Zamora una convención nacional sobre el mundo rural y el reto demográfico. Parece ser que asistirá su líder M. Rajoy y varios ministros. El anuncio del acontecimiento corrió a cargo del coordinador general de ese partido, Fernando Martínez-Maíllo, zamorano y "ex caudillito" de la provincia durante los doce años que presidió la Diputación. En este nefasto cargo político se condensan algunas de las acrisoladas virtudes de su partido: farsa en la gestión económica, pues pretenden aparentar la defensa de los intereses generales siendo su prioridad los de las grandes corporaciones empresariales, fraude en las políticas sociales, provocando el deterioro de la sanidad y la educación públicas y abandonando a los más necesitados, encubrimiento de la corrupción y el abuso -véase el máster de la mentirosa Cifuentes- que inunda su organización política por completo y, por añadidura, desvergüenza en el atrevimiento soez de querer mostrarse como defensores de causas justas cuando ellos son máximos responsables de su deterioro. Se trate del respeto a la Constitución, de la observancia de las leyes, de la libertad de expresión o del desarrollo rural; asunto al que me refiero en esta ocasión y al que no dedican ni un euro en los presupuestos.

Cuando el señor Maíllo llegó a la presidencia de la Diputación de Zamora la provincia tenía 200.000 habitantes, doce años más tarde, cuando se marchó en 2015, contaba con 180.000. Con este siniestro mandatario se diezmó la población como si de la "peste negra" se tratara, su gestión en la institución supramunicipal ocasionó un daño demográfico irreparable, pues todos los ayuntamientos dependen de la Diputación, con excepción de la capital. Para más escarnio, el ínclito líder decide realizar en ella una inversión millonaria que, de esta manera, no han recibido los más de 250 ayuntamientos que sí dependen económicamente de la institución provincial. Se trata de la rehabilitación del teatro Ramos Carrión en el que se han gastado más de 15 millones de euros. Esos recursos debieron destinarse a las acuciantes necesidades de los pueblos, la vida en los mismos se hace cada vez más difícil y su población disminuye año tras año. Tenemos serios problemas con las carreteras, el abastecimiento y saneamiento, la atención sanitaria o la asistencia a las personas dependientes; no hay que olvidar que Zamora se sitúa como la provincia más envejecida de toda España.

Bueno, pues ante esta crudísima realidad, el partido que gobierna el país se presenta en nuestra casa de la mano del principal culpable del hundimiento demográfico zamorano, para hablar del reto de la despoblación y de apoyo al mundo rural. Resulta de un cinismo desgarrador, mayor si cabe, cuando estamos asistiendo las últimas semanas a las protestas de multitud de vecinos contra la instalación de macrogranjas de porcino. El PP está apoyando la implantación de estas explotaciones en nuestros municipios, defendiendo los intereses de las multinacionales del sector y despreciando a los que todavía vivimos en los pueblos. Está demostrado que no van a traer puestos de trabajo, todo el proceso está automatizado, ni riqueza, ya que apenas pagan impuestos a los ayuntamientos, sólo nos ocasionarán trastornos y graves problemas medioambientales. Contaminan el aire y el agua, la vida en su entorno se hace insoportable por los olores de los purines. Este tipo de explotaciones intensivas de cerdos se han ido trasladando del centro de Europa hacia el centro de España. Ni Alemania, ni Países Bajos, ni Cataluña incluso, las admiten, sus normativas medioambientales las hacen inviables. Aquí, en Castilla y León, ocurre lo contrario, la Junta cambia la normativa para que estos empresarios, depredadores del mundo rural, lo tengan más fácil y puedan aprobarse sus proyectos con más rapidez. Una locura que acabará por desertizar esta región si se implantan los más de ciento cincuenta proyectos anunciados. Algunos de ellos, como el de Cerecinos de Campos, no necesitó ni la pertinente aprobación por los órganos competentes. Tienen tanto poder que están consiguiendo las licencias después de haber hecho las obras. Los políticos de la Junta, como el Delegado Territorial en Zamora, actúan como lacayos de estos promotores. ¿Por qué ninguno de ellos da la cara y defiende su proyecto como empresario? Pues porque ya tienen a sus paniaguados del PP haciendo ese trabajo y diciendo que se respetará la ley. ¡Qué lamentable! Los que vivimos en un pueblo comprobamos que eso es falso, que no se vigila ni se obliga a cumplir la normativa de gestión de los purines. Si no hay más contaminación es porque todavía las granjas son medianas y los ganaderos particulares hacen lo que pueden para gestionar los residuos. Pero ni la Junta ni SEPRONA (Servicio de Protección de la Naturaleza) hacen nada efectivo que garantice el cumplimiento de la ley.

Me pregunto por qué no hay ni un sólo proyecto empresarial ligado a la industria cárnica, para nuestra provincia. Pretenden ocupar nuestros campos, sierras y montes con naves productoras de residuos muy contaminantes, pero no sabemos de fábricas de procesado de esas carnes de porcino. Ahí sí que se generarían puestos de trabajo, riqueza y seguramente más población en nuestros pueblos.

Señores empresarios ocultos, señores cargos políticos, no nos interesan sus planes de desarrollo rural si estos envenenan el agua, contaminan el aire y desertizan el campo. Sentir vergüenza es humano y saludable para la convivencia, haberla perdido, señoras y señores del PP, causa turbación hasta al mismísimo Papa Francisco.