El PP se disponía el pasado fin de semana en Sevilla a evadirse de sus propios fantasmas con una convención de autoayuda que en vez de servir para favorecerse ha supuesto un paso atrás en las aspiraciones populares de conjurar toda la mala imagen acumulada en estos últimos años de corrupción y presentarse como una formación renovada. Muchos en este partido se van a arrepentir del largo aplauso a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, encabezado por la secretaria general, María Dolores de Cospedal, y dispensado no por todo el PP ya que, por ejemplo, muchos miembros de la delegación de Castilla y León se quedaron sentados y apabullados por lo que veían. En esto también las sensibilidades son diferentes. El caso es que la propia presencia de Cifuentes y la deficiencia demostrada por la dirigencia popular en la gestión de corrupciones y corruptelas varias oscureció cualquier debate que pudiera producirse en una cita pensada en renovar las propuestas a los ciudadanos. Pero, ¿quién quiere ideas teniendo dramas y sangre? Los medios de comunicación no compraron el mensaje, pese a que intervinientes como el vallisoletano Vicente de los Mozos, presidente de Renault y del 'lobby' del automóvil en España, puso encima de la mesa medidas más que interesantes para reforzar el sector en España.

El caso Cifuentes oscureció también los planes de la delegación de Castilla y León de poner una fecha a la nominación oficial de los candidatos autonómicos para que Alfonso Fernández Mañueco pueda ya sin complejos impulsar la que será la campaña electoral más difícil para el PP en Castilla y León en 30 años. No lo consiguió, pero, a cambio, salió del cónclave muy fortalecido. Por un lado, el apoyo de Juan Vicente Herrera y la unanimidad de los nueve presidentes provinciales en torno a su figura eliminan cualquier espacio para la duda e incluso la conspiración, los movimientos soterrados o las ilusiones de quien se crea con galones para encabezar la lista autonómica. Por otro, la arenga mitinera que pronunció Mañueco el viernes consiguió levantar el ánimo de un auditorio a punto de la depresión. Es otro Mañueco, dicen.

Ahora él mismo deberá confirmarlo.