Qué valientes los independentistas catalanes en general y los de la Cup en particular. El líder sumarísimo peleando en Waterloo por un imposible y Anna Gabriel, esa chica que lleva el flequillo como cortado con un hacha, en Venezuela. Los de la Cup prefieren decantarse por repúblicas bananeras, por países gobernados por sátrapas de la peor calaña, por dictaduras muy duras como la de Maduro. Como en España se vive tan mal y los españoles robamos, ninguneamos, atracamos a mano armada, vejamos a los catalanes a los que gorroneamos constantemente, la de la Cup se ha cogido la mochila, el pasaporte y se ha ido al país caribeño dice que para asesorar a Maduro. ¿En qué?

En principio le apoya en su campaña electoral. ¡Pobres venezolanos! Además de lo que soportan tienen que cargar con tipas como la Gabriel que en lugar de amor, llevan odio en sus entrañas. Un odio que trasmina por todos los poros de su piel y sale a borbotones por la boca. Yo me pregunto ¿en qué idioma se entenderá con Maduro la 'cupera'? Aquí, la sacabas del catalán y no sabía expresarse o lo hacía con tan mala leche que no se le entendía bien.

La Gabriel, de apellido inequívocamente catalán, se está planteando no volver a España y quedarse en Caracas "exiliada", no por cuestiones de ideología, de persecución o de fe, si no por temor a verse encarcelada como Junqueras y compañía. Por mí, de verdad, que se quede en Venezuela y a ser posible que no vuelva hasta que los venezolanos sean libres. Además, la Gabriel no tiene problemas como el resto de ciudadanos venezolanos. Ella está bien alojada, bien alimentada, le habrán proporcionado todos los elementos necesarios para el aseo, sus compresitas y los rollos necesarios de papel higiénico para auxiliarse ante un posible apretón.

Es más de lo que disponen los venezolanos. En Venezuela hay dos clases de ciudadanos, los afectos al régimen de Maduro que viven como pachás sin carecer de nada y el resto que, curiosamente, son la mayoría, sólo que en aquella "democracia" las mayorías no funcionan de la misma forma que en el resto de democracias del mundo, es la minoría en el poder, la minoría que gobierna la que se lleva la palma, el papel higiénico, las compresas, el pan, la fruta, los garbanzos, la leche y la releche. Todo para ellos y a los demás que les den, salvo que entren por el aro.

La Gabriel, partidaria de tener hijos en común para que los eduque la tribu, puede poner su anhelo en práctica en la Venezuela de Maduro. Ya que ha pasado a formar parte de la tribu, que practique con el ejemplo. Ni Puigdemont tiene huevos, ni la Gabriel ovarios para venir a dar la cara a esta España a la que han intentado dividir y destrozar, siguen en ello, y enfrentarse con valentía a la Justicia que es la que les pide cuentas por las felonías cometidas. Aquí no hay revancha política que valga. Aquí hay un hecho delictivo sumarísimo por el que tienen que pagar, por el que no pueden quedar impunes con el fin de disuadir a espontáneos. Siempre hay alguno que se tira al ruedo sin muleta. Para valiente, el acojonante recibimiento que le dio la periodista venezolana Diana Gámez. Si cae en sus manos, por favor, no se lo pierda. ¡Acojonante!