No solo desde C's parece que se ha tocado a rebato contra el PP tras las elecciones de Cataluña, considerando al partido del Gobierno muy tocado y debilitado lo que facilitaría su desarbolamiento en unos comicios generales adelantados, sino que igualmente el PSOE se ha lanzado al ataque, con su líder Pedro Sánchez derrochando demagogia allá por donde pasa. Una demagogia barata que hace fruncir el entrecejo a los pesos pesados socialistas que siguen sin ver en el redivivo secretario general al adalid que el partido en declive necesita. Empezó con lo del impuesto a los bancos, y sigue ahora con la anulación de privilegios a los políticos empezando por la desaparición de las pensiones vitalicias, y con la protesta por los niveles de la sanidad pública y por la congelación de las pensiones, pues congelación es ese aumento del solo el 0, 25 % que se mantiene hace cinco años. Va difundiendo el mensaje de que eso lo arreglaría él si gobernase, pero la gente no se fía, porque Sánchez se parece cada día más a Zapatero con todo el inmenso peligro que ello supone.

Y es que por donde pasa el expresidente, el peor presidente de la democracia española, es que no vuelve a crecer la hierba. En España se sabe muy bien, porque solo ahora mismo, tanto tiempo después, comienzan a verse los brotes verdes. En Colombia, el ex mandatario derechista Pastrana ha acusado al del PSOE de causar muertos por su intermediación en Venezuela. No será para tanto, pero lo cierto es que la mala memoria dejada por sus años de nefasto Gobierno continúa marcando al país y al paisanaje en todos los asuntos que abordó. Hundió la economía, dejó España asolada al no querer ver ni la burbuja ni la crisis, creó millones de parados, y agitó a la sociedad con algunas de sus leyes, propias de un ser resentido, izquierdista radical, bien lejos de la socialdemocracia de González. A Sánchez, a juzgar por las encuestas, solo le va a quedar, al final, o arrimarse a Podemos, algo que no quiere pues saben los socialistas que seria como apostar por un caballo perdedor, o tratar de aproximarse de nuevo a C's para volver a intentar pactos de centroizquierda, lo que pudo ser y no fue en la fallada investidura, pero que ya sería más difícil dada la senda claramente derechista o centro-derechista mantenida por Albert Rivera, quien en teoría no descarta ninguna clase de acuerdo si hubiese posibilidad en su momento. Todo con un objetivo: desalojar a Rajoy del poder, al que critica duramente tras la victoria - inútil, pero victoria- de su partido en Cataluña, reclamando al Gobierno autocrítica y acción.

En el PP, y a la espera de lo que ocurra dentro de bien poco con Puigdemont, la abundancia de rostros serios expresa preocupación por la nueva ofensiva, el nuevo cordón sanitario en su torno, que se les viene encima por parte de la oposición, envalentonada por la sensación de desgaste, impotencia y bloqueo que sigue ofreciendo el partido que gobierna. Rajoy ha calificado de oportunistas a los de C's pero es normal que intenten aprovechar su tiempo de gloria para perfilarse como el relevo y la alternativa, apoyados por los vaticinios de los sondeos. Al menos, ya son los buenos conocidos.

Consecuencia de ello, la sociedad paga un burdo intento de dictadura y censura por parte de las minorías victimistas que tratan de imponer su izquierdista y radical ideología de género a base también del adoctrinamiento a las nuevas generaciones, con el único freno, casi, de muchas mujeres que reaccionan a tal situación. No solo es la actriz Catherine Deneuve, la que se elige en portavoz de este bloque que no se deja manipular. Y una feminista de prestigio, la escritora canadiense Margaret Atwoord escribe que la idea de que alguien sea culpable por ser acusado es la que se aplicó en la revolución francesa, en las purgas estalinistas de la URSS, en el periodo de la Guardia Roja en China, o en los primeros tiempos de la revolución iraní. No se puede decir más claro.