La cuarta será la última legislatura de Angela Merkel, y muchos dentro de la CDU parecen impacientes por devolver el partido de la canciller a sus esencias conservadoras.

Si en relación con Europa, Merkel nunca se mostró sensible a los efectos de su gestión económica sobre sus socios mediterráneos, en política interior la canciller ha ido moviendo a la CDU hacia el centro. Fue sobre todo su decisión de abrir las puertas del país a demandantes de asilo lo que, pese a su posterior rectificación, mayores fricciones le ha causado no ya sólo con el partido hermano de la CSU bávara sino con un importante sector de la propia CDU. Unos y otros culpan a la canciller de la fuerte caída de votos sufrida por ambas formaciones en los últimos comicios y la espectacular subida de la ultraderecha de Alternativa para Alemania. Muchos critican su estilo excesivamente personalista.

No es pues de extrañar que hayan comenzado ya las maniobras para la sucesión de Merkel, lo que permitirá dar a la política de la CDU/CSU, según sus detractores, una nueva orientación capaz de frenar la sangría de votos por la derecha.

Hay un trío de políticos jóvenes y ambiciosos dispuestos a tomar el relevo de la nueva coalición que se negocia actualmente entre la CDU/CSU y un SPD que, escaldado por su anterior experiencia con la canciller, no parece tenerlas todas consigo. Integran ese trío el miembro de la ejecutiva de la CDU Jens Spahn, afín al duro exministro de Finanzas Wolfgang Schüssel; el secretario general de la CSU, Alexander Dobrindt, y el líder del opositor partido liberal demócrata (FDP), Christian Lindner.

Los une sobre todo el convencimiento de que la caótica política de refugiados de la canciller fue la causa principal del fuerte ascenso de la ultraderecha y del mal resultado electoral, que impidió una coalición de nuevo signo entre la CDU/CSU y el FDP.

Pese a su progresismo en temas como el matrimonio homosexual, Spahn, casado él mismo con un varón, parece considerar que Merkel ha llevado a la CDU tan a la izquierda que a muchos de sus antiguos votantes les cuesta ya reconocerse en ella.

El liberal Lindner, más amigo de la gran industria y sus poderosos lobbies que del medio ambiente, fue el principal causante de que no prosperara la "coalición Jamaica" entre su partido y los Verdes, a la que aspiraba la canciller. Lindner pareció apostar por una futura alianza estrictamente conservadora.

Tienen en común los tres políticos su afán provocador, especialmente manifiesta en el bávaro Dobrindt, que ha abogado por una "revolución conservadora", frase de connotaciones antidemocráticas en la república de Weimar. Los tres parecen haberse fijado en el nuevo canciller federal austriaco, Sebastian Kurz, que no sólo ha criticado la política de refugiados de Merkel sino que no ha hecho ascos a una alianza de gobierno con un partido de extrema derecha como el FPOE.