Desde la supremacía de nuestra cultura occidental que ha creado los derechos humanos, nos resulta escandaloso que en la legislación actual de algunos países islámicos se perdone a un violador si contrae matrimonio con la mujer a la que ha violado. A la violencia de la agresión sexual de un solo día se une la condena para la víctima de ser violada, por ley, toda la vida.

Y eso que esta situación supone un avance respecto a épocas no tan lejanas en el tiempo en las que, como el estigma de la violación de una mujer avergonzaba a toda la familia, la forma de deshacerse del estigma llevaba a deshacerse de la mujer violada.

O como sucedió hace unos días en Pakistán, donde una mujer de 19 años ha sido condenada a muerte por un "consejo de aldeas" por haber sido violada por su primo, según una noticia de prensa del día 28 de este mes, de este año? hace unos días.

No es de extrañar que las mujeres violadas en estos países prefieran callarse antes de que las maten por avergonzar a toda la familia, que las condenen a muerte por no haberse resistido, o que tengan que decir "sí quiero" a su violador para toda la vida convirtiéndolo en su marido. Algunas prefieren suicidarse antes que vivir siempre violadas en su cuerpo y en su dignidad.

Un escándalo sólo superado por la utilización de la violación como arma de guerra desde siempre, y recientemente como en la Guerra de los Balcanes en el corazón de la civilizada Europa, o el genocidio de Ruanda, la de los hutus y los tutsis, cosas de tribus de África.

Según la periodista Marina Pérez, de la Fundación Melior, las más de 50.000 mujeres violadas en los Balcanes y las que entre 250.000 y 500.000 fueron violadas en Ruanda sirvieron para hacer visible la violencia sexual contra las mujeres durante los conflictos bélicos.

Para la activista y feminista croata Rada Boric, "la violación está legitimada en tiempos de guerra y los hombres no se sienten culpables de estas salvajes acciones". Silenciadas porque "se consideraban un daño colateral más, como el bombardeo de una zona civil, es decir, como un daño no intencionado".

Según María Villellas, investigadora en la Escola de Pau de la Autónoma de Barcelona, "Patriarcado y militarización van estrechamente de la mano", porque la socialización tradicional en la cultura militar conlleva la creación de una "camaradería" masculina. Y en estos procesos de "hipermasculinidad" donde se prima la agresividad, la competitividad, la misoginia, la violencia o la dominación, surgen comportamientos machistas extremos que pueden llevar a la violación de las mujeres con el objetivo de "mantener la cohesión y la lealtad", ya no solo entre militares, sino entre civiles.

En 1998 la Corte Penal Internacional recogió la violación como crimen contra la humanidad y de guerra, reconociendo incluso el de genocidio. Pero hoy las violaciones de guerra persisten en Siria.

Y en España aparecen las violaciones en "manada", donde la víctima ha tenido que pasar un calvario de estigmatización "por no haberse resistido", "por haber consentido", "por ir sola de noche", "por provocar", "por disfrutar","por puta", "porque se lo ha buscado", "porque algo haría, que a mí no me ha pasado". Por haberse recuperado e intentar o ser incluso feliz, salir a la calle, sonreír? Por ser mujer y no haberse suicidado o callado tras una violación. Por romper el silencio.

¿Cuántos en el fondo no la creen?

Tantos como los que dudan de que sean ciertas las acusaciones de acoso sexual en el trabajo o para acceder a él de las "celebrities" de Hollywood, y de las famosas que en España han decidido hablar después de tantos años de silencio y miedo a perder el trabajo. Y si eso pasa con las famosas, ¿qué no está pasando con otras mujeres acosadas por sus jefes y con la necesidad de llevar un sueldo a casa?

A la violencia social que supone la existencia de la prostitución y que todo el mundo tiene a la vista, hay que añadir otras violencias que no son visibles hasta que las mujeres hablan.

Y todo esto está pasando sin que nadie se escandalice. Porque al silencio de las mujeres violadas, maltratadas, vejadas e insultadas, se une el silencio cómplice en la sociedad para que no se vea porque es muy duro o porque puede resultar de mal gusto.

Pero si en una pequeña ciudad de provincias aparece un cartel para denunciar que hay machismo en un hecho tan habitual como un chiste, escribiéndolo, hay quien se escandaliza. Y lo hacen hasta los Senadores pese a que tienen piscina para relajarse.

Lo que no se perdona socialmente es que las mujeres rompan el silencio. Pero yo como mujer, y salvando las distancias entre las mujeres calladas por la vergüenza de haber sido agredidas sexualmente o por no perder el trabajo, voy a seguir hablando de la violencia de género que mata, y también de la violencia del "micromachismo" violento que se esconde hasta en los chistes de la vida cotidiana? hasta que alguien lo dice, y se hace visible.

¿Saben de aquél que "diu" (¡ah! eso no que eso sí es un escándalo, hablar en catalán) dice??