Llevamos ya mucho tiempo, demasiado, en el que casi toda la información permanece copada por el follón del movimiento independentista catalán, de modo que, en los medios de comunicación, no se hable de otra cosa. Todo lo demás ha pasado a ocupar un segundo o tercer plano, si es que no ha llegado a olvidarse por completo, aunque sigan existiendo los problemas de siempre, más importantes que el de Catalunya, que también afectan al conjunto de los españoles. Pero el show de Mortadelo y Filemón no termina nunca porque la Generalitat se encarga que así sea, ya que, un día sí y otro también, saca de la chistera algún nuevo truco de "magia Borrás" con el que tenernos entretenidos.

Mientras tanto, nadie habla del Caso Gürtel, de la Trama Púnica, del señor Bárcenas o de los más de cien políticos valencianos procesados. Y en Catalunya, a más a más, tampoco se habla del tres por ciento que se llevaba crudo la Generalitat o sus representantes, de los millones de los Puyol fuera de España, o del caso Liceu. Mientras, en Ginebra, el señor Urdangarin lleva paseando en bicicleta varios años, con escolta a cuenta de los impuestos de los españoles, confiando en que la sentencia definitiva de su proceso, que se aseguró saldría a la luz en septiembre de 2016, no llegue a dictarse nunca.

Así que, tanto el partido del Gobierno como el del Govern, no pueden estar más contentos con esta situación, en la que la señora del flequillo, esa que le gusta olerse las axilas, le da caña todos los días al guiñol del expresident Mas, para que declare o no declare, o deje de declarar, o haga como que declara, la independencia de Catalunya.

No hay cosa mejor que divulgar bulos y patrañas, y dibujar trampantojos, para engañar a la gente, para distraer su atención, para llevarla al convencimiento que lo mejor no es reflexionar usando el cerebro, sino utilizando las partes bajas para, de esa manera, sacar a la gente a la calle, de manera enfervorizada, como cuando acudía a la Plaza de Oriente a dar gracias al dictador por ser la reserva espiritual de occidente y, de paso, condenar el contubernio judeo- masónico que "amenazaba" a aquella España tenebrosa.

La realidad del cuento, es que, los potentados, los que dirigen el cotarro, no parecen preocupados, porque con haber cambiado la dirección social de sus empresas - no las fábricas, ni los puestos de trabajo - han quedado al margen de eventuales complicaciones, y si, en el futuro, la cosa llegara a normalizarse, pues con volver al domicilio social anterior todo resuelto.

El otro día, un dominical de difusión nacional publicaba una foto que ilustraba como los grandes problemas, aunque afecten a la mayoría de los ciudadanos, siempre hay quienes se permiten el lujo de fumarse un puro con ellos, y quien dice fumarse un puro, jugar un partido de golf. En aquella foto podía verse a tres ciudadanos de Oregón practicando ese deporte mientras al fondo, a poco más de un kilómetro, ardía un bosque con unas terroríficas llamas que se salían de la fotografía. También en España ocurre algo parecido. Hace un par de años, se publicó otra foto, esta vez localizada en Melilla, que fue premio Ortega y Gasset de fotografía, en la que podía verse a dos golfistas dándole a los palos sin inmutarse, mientras un numeroso grupo de emigrantes africanos permanecían peligrosamente colgados de la alambrada de la valla fronteriza que se erigía a pocos metros de distancia. Ambas imágenes eran, y son, lo suficientemente expresivas como para que no necesiten ser comentadas.

Pues eso, que mientras el pueblo soberano permanece adormecido, no cae en la cuenta que las ramas le están ocultando el bosque, mientras los manipuladores se encargan de sacarlos a la calle portando banderas, guiándolos con ideas más o menos románticas, publicitadas a bombo y platillo por los de siempre, por los que no tienen problemas para que la buena vida siga siendo para ellos el pan nuestro de cada día.

Por eso conviene recordar que lo que hoy es el bastón de mando de algunos de nuestros dirigentes, ayer fue una rama de árbol, una de aquellas que ocultaban el bosque, el bosque en el que siguen ubicados el paro, los salarios raquíticos, la desatención a los necesitados, la decadencia de la sanidad y tantas otras cosas que preocupan a la mayoría de los ciudadanos.