Aunque la más completa obscuridad vela los sucesos de aquel tiempo, hacia el año 416 los pueblos invasores se apoderaron de Galicia y Lusitania, formando los suevos un reino que llegaba hasta los límites de lo que hoy es la provincia de Zamora.

Los godos habían penetrado por la parte de Cataluña, llenando todas las tierras de miedo con solo su nombre. Los godos aniquilaron a los silingos (ramificación de los vándalos) y a los alanos, quedando frente a frente con los suevos.

La población romana, guarecida en las montañas de Cantabria fue reduciéndose por causa de un Imperio caduco, al que los bárbaros venían a sustituir.

Los hunos, conducidos por Atila, impusieron su barbarie en tal medida que a Atila se le conoció como el "Azote de Dios".

Teodoredo, cuarto rey de los godos, se impuso mejor que sus antecesores y detuvo el peligro que amagaba Atila; su hijo Turismundo presentó el año 456 batalla a los suevos, a orillas del Órbigo, a doce millas de Astorga; los derrotó completamente en una llanura llamada el Páramo y los hizo tributarios al no contar con elementos suficientes para domeñarlos del todo. Entró seguidamente en Lusitania, reconociendo el señorío de Roma y permitiendo que los suevos eligieran su rey , quedando parte de Galicia con los suevos feudatarios.

La unidad estaba reservada a Eurico, por la que podría considerársele primer rey godo de España, aunque era el séptimo en la cuenta de los suyos. En menos de tres años sometió por completo la Lusitania y la Tarraconense, con lo que fundó el Imperio Visigodo allá por los años de 471.

Leovigildo acabó un siglo después con los suevos, que habían favorecido la insurrección capitaneada por su hijo Hermenegildo, que entró en el catálogo de los Santos después del martirio que le hizo sufrir el despiadado autor de sus días.

La guerra religiosa dividió a la familia real: Leovigildo era extremadamente arriano; sus hijos Hermenegildo y Recaredo, fervientes católicos al igual que sus esposas; pero la madrastra o segunda esposa de Leovigildo, fie una intransigente arriana y la causa de la sangre vertida. Por ella se inició la persecución a los católicos con tan bárbaro rigor, que la princesa Ingunda sufrió en palacio atroz tratamiento.

Se armó el padre contra Hermenegildo, que gobernaba en Andalucía y acogía a los católicos, surgiendo lamentable contienda que acabó con el tremendo parricidio en el año 584.

Según el texto de San Isidoro, se dio una batalla entre católicos y arrianos en Sabaria o Sibaria (posiblemente Peñausende), es decir, a mitad del camino entre Zamora y Salamanca.

Sabaria era un territorio semiautónomo entre los reinos suevo y visigodo, existente entre los siglos IV y VI que ocuparía la zona comprendida entre Benavente y Salamanca y de Sayago a Simancas. Dicha autonomía se reflejaría en la acuñación de moneda propia, aunque esto crea una cierta confusión con la ceca visigoda que había en Semure, la actual ciudad de Zamora.