El 13 de noviembre de 1842 estalló en Barcelona una insurrección a la que se sumó la milicia y en pocas horas la ciudad se llenó de barricadas. La chispa inicial fue por un tumulto que se produjo en la "Porta de l`Angel" en relación con los consumos. El incidente comenzó cuando un grupo de obreros que regresaba de comer intentó pasar al interior de la ciudad una pequeña cantidad de vino sin pagar los "derechos de puertas". La respuesta de la autoridad militar fue ocupar el Ayuntamiento y detener a varios periodistas de "El Republicano" presentes en los hechos, cuyo periódico acababa de publicar un llamado que decía: "Cuando el pueblo quiera conquistar sus derechos , debe empuñar las armas en masa al grito de ¡Viva la República".

Comenzó entonces una guerra de barricadas protagonizada por la milicia, apoyada por paisanos armados, contra el ejército al que acusaban de que los soldados habían saqueado tiendas y robado a los transeúntes. Otros vecinos apoyaban a los milicianos lanzando piedras y muebles desde las ventanas y las azoteas.

Entonces, el capitán general Juan Van Halen ordenó a sus hombres que abandonaran la ciudad y que se replegaran hacia el Castillo de Montjuic. El repliegue de las tropas gubernamentales fue considerado un triunfo por los sublevados cuyo grupo tenía su origen en la Junta de Vigilancia que se había formado en Barcelona el año anterior y que estaba integrada por fabricantes y trabajadores. En un manifiesto hecho público el 17 de noviembre la Junta pedía la "Independencia de Cataluña con respecto a la Corte".

El regente Espartero decidió dirigir personalmente la represión de la insurrección y el 22 de noviembre llegó a Barcelona. Ese mismo día el general Van Halen, por orden de Espartero, comunicó que Barcelona seria bombardeada desde el castillo de Montjuic si antes de cuarenta y ocho horas no se rendían los insurrectos. Entonces cundió el desconcierto en la ciudad y la Junta fue sustituida por otra más moderada dispuesta a negociar con Espartero, pero éste se negó a recibirles a pesar de que en ella participaba el propio obispo, por lo que se formó una tercera Junta, esta vez dominada por los republicanos y dispuesta a resistir.

Finalmente, el 3 de diciembre de 1842 comenzó el bombardeo y al día siguiente la ciudad se rendía y entraba de nuevo el ejército. Se dispararon 1.014 proyectiles desde los cañones de Montjuic que dañaron 462 casas, además del hospital sobre el que cayeron cinco bombas, y el salón de Ciento del Ayuntamiento que quedó casi completamente destruido. Hubo veinte víctimas mortales entre los habitantes de la ciudad. El bombardeo provocó incendios por toda la ciudad. La operación se inició antes del mediodía y concluyó en su primera etapa antes de las dos de la tarde. Se reanudó dos horas después.

A las seis de la tarde salieron dos comisiones de ciudadanos, una de la ciudad y otra de la Barceloneta. Se dirigieron al cuarte general para pedir que se suspendieran las hostilidades y ofreciendo la sumisión de la ciudad. A la media noche, los negociadores habían alcanzado un acuerdo con Van Halen y se dio por concluido el bombardeo.

La represión ordenada por Espartero fue muy dura. Se desarmó a la milicia y varios centenares de personas fueron detenidas. Además se castigó colectivamente a la ciudad con el pago de una contribución extraordinaria de doce millones de reales para sufragar la reconstrucción de la Ciudadela. Asimismo, disolvió la Asociación de Tejedores de Barcelona y cerró todos los periódicos salvo el conservador "Diario de Barcelona".

Espartero había conseguido acabar con la revuelta, pero con el bombardeo y la dura represión posterior perdió el inmenso apoyo social y político que había tenido tradicionalmente en Barcelona, lo que también actuó sobre Madrid. La vuelta de Espartero fue acogida con una frialdad que contrastaba con el alborozo y pomposidad de 1840.