No es el título de un "best-seller", ni de una película ganadora de algún Óscar. Algunos lo siguen confundiendo con una paloma como sacada de una chistera. Quizá ni los propios creyentes han descubierto en sus vidas que gracias a Él se cumple lo que Jesús dijo a sus discípulos: "No os dejaré solos o desamparados". Está palabra, en griego "órfanoús" (=huérfanos), se usa muchas veces en sentido figurado. En Jn 13, 33 había dicho Jesús: "hijitos míos". En el Antiguo Testamento el huérfano era prototipo de aquel con quien se pueden cometer impunemente toda clase de injusticias. Jesús no va a dejar a los suyos indefensos ante el poder del mal. Pero esa fuerza no se manifestará eliminando al enemigo, sino fortaleciendo al que sufre la agresión, de tal forma que la supere sin que le afecte lo más mínimo.

¿Ya han resuelto el enigma del gran desconocido? En este texto de la liturgia de hoy, tomado de los discursos de despedida de Jesús que encontramos en los capítulos 13 a 17 del evangelio de Juan, el Señor promete a sus discípulos el envío de un "Paráclito", un defensor o consolador, que no es otro que el Espíritu mismo de Dios, su fuerza y su energía, Espíritu de verdad porque procede de Dios que es la verdad en plenitud, no un concepto, ni una fórmula, sino el mismo Ser Divino que ha dado la existencia a todo cuanto existe y que conduce la historia humana a su plenitud.

El evangelista subraya que el "mundo" (en el lenguaje de Juan) no puede recibir el Espíritu divino. El mundo de la injusticia, de la opresión contra los pobres, de la idolatría del dinero y del poder, de las vanidades de las que tanto nos enorgullecemos a veces los humanos. En ese mundo no puede tener parte Dios, porque Dios es amor, solidaridad, justicia, paz y fraternidad. El Espíritu alienta en quienes se comprometen con estos valores; esos son los discípulos de Jesús.

Al mismo tiempo "ese mundo dejará de verme", dice Jesús, "y vosotros, en cambio, me veréis, porque yo tengo vida y también vosotros la tendréis". "Dejará de verme" y "me veréis" no hacen referencia a la visión física. No se trata de verlo resucitado, sino de descubrir que sigue dándoles Vida. Esta idea es clave para entender bien la resurrección. El mundo dejará de verlo, porque solo es capaz de verlo corporalmente. Ellos, que durante la vida terrena lo habían visto como el mundo, externamente, ahora serán capaces de verlo de una manera nueva. Lo que te empeñas en buscar fuera, no existe más que dentro. Vete al centro de ti y descubre tu propia esencia. La del Espíritu de Jesús, que habita en lo más profundo de tu ser.