Asegura el refranero español, tan sabio por viejo y por que lo mismo alaba una cosa que la contraria con lo cual complace el gusto de todos, que de bien nacidos es ser agradecidos. Esto de la gratitud es algo que ya no estila en una época sin principio ni valores éticos y morales. Pero aún quedan personas que demuestran ser eso: agradecidas lo que tiene más mérito cuando se refiere además a hechos remotos, de hace 63 años y vividos por sus antecesores. Un ejemplo de ahora mismo son los ciento y poco vecinos del pequeño pueblo salmantino de Águedas que en 1954 fue fundado e inaugurado por Franco, ante la dicha de los abuelos y los padres de la actual población que fueron como se les daba casa, terrenos y hasta ganado.

"De Franco se dice lo malo, pero se olvida lo bueno que hizo", asevera el alcalde y de hecho lo hace en nombre de toda la vecindad pues todos opinan lo mismo y están de acuerdo con sus palabras. El pueblo, cercano a Ciudad Rodrigo, se apellidaba desde el primer momento Águedas del Caudillo, en honor a su creador, pero cuando el nefasto Zapatero puso en vigor la mal llamada ley de la memoria histórica todos los municipios que ostentaban alguna relación con Franco en su denominación, hubieron de cambiarlo. Águedas ha sido el último o de los últimos en rendir su postura pues con anterioridad el pleno municipal había acordado por unanimidad mantener el nombre y otros símbolos de la dictadura, como una cruz semejante a la del Valle de los Caídos. Hasta ahora que han tenido que retirar la alusión nominal al Caudillo, pese a su resistencia.

Pero no quieren desprenderse de Franco, de su recuerdo, y el alcalde de la localidad, que es del PSOE, aunque antes fue del PP, ha ofrecido el lugar, en nombre de los ciento y poco habitantes a la familia del general para que allí reposen sus restos en caso de que finalmente hayan de desentable del Valle de los Caídos, en función de la proposición no de ley aprobada por el Congreso. Aunque parece ser, si bien no hay pronunciamiento oficial alguno dado que la proposición no es vinculante ni obligatoria por tanto, que el Gobierno no está por la labor y que piensa dejar pasar de largo el asunto. Aunque más pronto o más tarde, seguramente, los restos de Franco acaben en el cementerio de El Pardo, donde vivió como jefe del Estado 35 años, hasta su fallecimiento.

La familia del dictador parece conforme en que así sea. Pero no ha desestimado tampoco, se supone que por cortesía, el amable ofrecimiento del alcalde de uno de los nuevos pueblos que el general fundó. En Águedas se piensa que aquello puede llegar a ser un filón turístico, como Fátima y Lourdes, o el famoso bar franquista de Casa Pepe allá en Despeñaperros, pues además de la tumba podría construirse y ofrecerse al visitante precisamente un museo de la memoria histórica, pues ello podría llevar a los nostálgicos del antiguo régimen a visitar el pueblo y darle dinero y vida, casi como si hubiesen descubierto petróleo. No esta mal pensado, no, pero la izquierda airada e inquisidora no lo consentiría.