Se celebraba hace bien poco el día contra el acoso escolar, y aunque el borrador de la ley que entenderá sobre los casos de "bullying" ya ha sido presentado y se espera que empieza a entrar en vigor a comienzos del próximo curso, parece que los últimos datos existentes vienen apuntando hacia un mayor conocimiento y sensibilización por parte de la sociedad para enfrentarse a tan grave problema, pero no a la disminución del mismo, sino al contrario. Hay que esperar que el Gobierno, en un tema tan delicado, actué con rapidez y eficacia poniendo en marcha todos los mecanismos previstos por la norma.

En los centros escolares tendrá que existir, como ya se sabe, un profesor que se responsabilizará de la buena convivencia del alumnado. Es en los colegios donde se produce mayoritariamente el abuso y es allí donde debe vigilarse y erradicarse la plaga, que no se frena, o eso indican todos los datos que se poseen en relación con los dos años anteriores. Claro que hay que tener en cuenta que este aumento constatado puede ser debido fundamentalmente a que ahora se ha hecho visible una cuestión que antes se limitaba al ámbito familiar y escolar. Las sufridas víctimas del acoso cuentan ahora con un teléfono para denunciar semejantes situaciones. Hubo el año pasado 1207 casos denunciados y registrados en toda España frente a los 643 del curso anterior. Y con alguna novedad muy preocupante como es que ha descendido la edad media de los escolares que sufren bullying, hasta el punto de que se ha incrementado el número de niños y niñas de hasta siete años que han sufrido alguna clase de vejamen. Aunque sea a partir de los doce años la edad cuando se producen mayor número de agresiones.

Ahora están tipificando minuciosa y detalladamente todos los casos de acoso denunciado, y según un amplio informe al respecto de las Fundaciones Anar y Mutua Madrileña, las modalidades que más se prodigan y que van en aumento son los ataques físicas y los insultos, aunque existe otra, más sutil, y que suele originarse al realizarse y conocerse la denuncia, y es la del aislamiento a la víctima. A lo que hay añadir, el ciberacoso, el acoso a través del ordenador y el móvil, si bien este cerco suele darse ya a mas edad, entre preadolescentes y adolescentes dado que los más pequeños suelen carecer de tales dispositivos. Según los datos, el acoso diferencia poco entre niñas, un 49 por ciento, y niños, un 51 por ciento y lo mismo suele suceder entre los cultivadores del incipiente matonismo.

Mucho trabajo van a tener por delante los colegios en este sentido, en el que no se puede bajar la guardia lo más mínimo. Por suerte, parece que se empieza a notar una reacción, pues no es solo el aumento de las denuncias por parte de las familias, aunque la situación suele tardar mucho en detectarse, sino que las mismas víctimas, a veces ayudados por sus amigos, plantan cara a los acosadores. Es un problema del que hay que seguir concienciando a fondo a la sociedad. En Castilla y León se ha presumido oficialmente de ser una de las comunidades con menos casos de "bullying", pero las estadísticas no parecen confirmarlo tan rotundamente, aunque se esté por bajo de la media nacional, algo esperanzador.