Cuando esto escribo, Francia está votando. Europa expectante ante lo que pueden deparar las urnas, ante la decisión de los indecisos que pueden escorar la nave del gobierno hacia un lado y otro. En el país de la 'liberté' puede que al final reine la cordura, reine el sentido común y los franceses no se vayan hacia los extremos. Cuando esto escribo todo es una incógnita a medias. Hay quien se ha aventurado a pronunciar el nombre del ganador o ganadora. De momento se trata de elegir dos finalistas en esta especie de torneo. Dentro de quince días se quedarán con uno solo. Entonces y solo entonces Europa dejará de contener la respiración o a lo mejor se ahoga definitivamente ante la falta de aire. La Quinta República se mueve en la incertidumbre. Todo es posible en el vecino país.

En Francia el presidente es el rey. Solo que a diferencia de tantas monarquías europeas, 'le roi' francés gobierna. Y manda mucho. El primer ministro es, simplemente, un cortesano a sus órdenes. A Europa lo que más le importa es que el régimen no quede tocado y hundido. Que salven los muebles, y no solo los del Elíseo, y Europa no pierda a uno de sus buques insignia con un 'frexit' indeseado que haría trizas la UE. Puede pasar de todo. Incluso que los indecisos se escoren en exceso hacia la derecha que representa Marine Le Pen. Entonces habrá que dar todo por perdido.

Si no se quiere perder Europa, los gobernantes tienen que empezar a pensar más en los ciudadanos y menos en ellos y sus partidos. Tienen que acabar con la corrupción que galopa libre por todo el territorio de la Unión y dar una lección de honorabilidad y 'savoir', el 'faire' y el 'être', a los ciudadanos. De savoir andan todos muy cortitos allí y aquí. La irrupción de los 'salvapatrias' tampoco augura nada bueno. El aislamiento no es lo que necesita Europa.

Los próximos cinco años pueden ser cruciales, dependiendo de la identidad del habitante del Elíseo. Todos y cada uno de ellos tiene su aquel, sus filias y sus fobias. Unos se quieren aislar del resto, otros renegociar los tratados de la UE y decir un definitivo 'au revoir', un definitivo 'adieu' a la OTAN. En el fondo, todos y cada uno quieren aplicar su propia política de inmigración. Francia está siendo castigada en exceso por el terrorismo yihadista y todos quieren parecerse a Putin que no se anda con paños calientes cuando del terror fundamentalista se trata, dispuesto como está a mandar a todos de un cañonazo al paraíso por el cual matan y mueren los islamistas. Sí, hombre, el paraíso que habitan las 72 huríes (vírgenes), donde abundan el agua, el vino, las frutas y la riqueza. Un invento de un profeta llamado Muhammad que sobornaba a los árabes prometiéndoles placeres y cosas materiales que no podían obtener en el desierto, a cambio de que cometieran los más execrables crímenes.

La jornada electoral de ayer, puede marcar un hito y no precisamente en positivo. Cuando esto escribo todo son incógnitas. Cuando usted lo lea ya se habrá desenredado la madeja. Ya Europa podrá respirar tranquila o por el contrario seguir conteniendo la respiración que pugna por ahogarla. Cualquier cosa que pase en Francia puede tener efecto dominó en el resto de países de la UE. Tanto como costó llevar a cabo la unión, tantos sueños, tantas ilusiones y puede que ahora también tantas esperanzas frustradas. Y mientras, puede pasar de todo. De nuevo el terrorismo islamista ha intentado cambiar el destino de un gobierno. Solo que esta vez, ¡mon Dieu!, la historia se repite en Francia.