Ha terminado el segundo acto. Muchas personas creerían que en esta segunda parte del espectáculo público se trataba de decidir Rajoy sí o Rajoy no. Incluso así nos lo decían en sus discursos (aunque no lo pensaran). Supongo que igual ocurriría con bastantes de los oyentes, muy atentos a lo que oían y crédulos con los que hablaban. Pero, oyendo a los defensores partidarios del Partido Popular y meditando en los peligros que nos enumeraban sobre una victoria del no, había que concluír que lo que estaba en juego no era Rajoy sí o Rajoy no. Se trataba, lisa y llanamente, de España sí o España no.

No cabe duda de que inmediatamente el que sufriría como derrotado con el no era el candidato Rajoy; pero su derrota significa una multitud de inconvenientes que perjudican a España y a los españoles. A todos los españoles, porque el perjuicio es general -se habló incluso de la cifra que nos costará a los españoles por habitante y son miles de euros-. No digamos a los millones de pensionistas, a los miles de funcionarios, a quienes trabajan y a quienes quieren trabajar y, acaso, trabajarí-an algún día. Quienes nos jugábamos el sí o el no y hemos perdido somos España y los españoles. El juego era (es) fundamental y haber perdido es una pérdida general de mucha importancia; no ha sido un juego como el de la oca.

Que decidieran el no contra España es comprensible en los militantes de los partidos que defienden la segregación de los territorios de su residencia. Lo que sorprende y duele más es que los acompañaran en ese no a España los que vociferan que son españoles y quieren seguir siéndolo. Y a todos, a los independentistas y a los "unionistas de boquilla" hay que aplicarles, el "¡que se vayan!"; de diferente manera, como es natural

A los primeros, hay que pedirles que se ausenten de los territorios en los que residen, que son, y siempre fueron, territorios entrañables de la patria España. Que se vayan ellos, para cumplir su voluntad; pero que nos dejen sus lugares de residencia, porque son territorio integrante de la amada España. Y que nos dejen, en esos territorios, a todos aquellos ciudadanos que son y quieren seguir siendo españoles. Si hubiera estado reconocida en la actualidad la figura del "desterrado", podría señalar alguno de los lugares que disfrutaran de posibilidad de residencia para "excluidos" de la residencia nacional. Como ahora no se reconoce en España tal condición, serán muy libres para elegir el lugar del mundo donde pueden residir y satisfacer su sentimiento de odio a esta España. No apuestan por España, como dijeron ayer -por segunda vez-. Que sean consecuentes con sus apetencias y dejen libre de sus predicaciones esta España que sí los ama y no quiere corresponder a su manifiesto odio.

A los representantes del Partido Socialista y a los que, sin manifestarse seguidores del mismo partido, no se declaran independentistas (otra cosa es que acompañen de buena voluntad a los que defienden abiertamente el independentismo) no puedo pedirles que dejen la España que proclaman amar y a la que, de acuerdo con su proceder "constitucionalista", dicen querer unida y lugar preferido de residencia. Tengo amigos (y quiero tener a esos y a más) que pertenecen al Partido Socialista, de lo cual se manifiestan muy ufanos. Y seguiré siendo amigo de todos, pertenezcan o no a los que ayer dijeron no en el Congreso. Deseo de todo corazón que sigan con nosotros en esta querida España, patria común nuestra. Tanto más es así, como que no pertenezco a ningún partido político ni perteneceré en la vida. Lo que siempre he sido y seguiré siendo hasta que se acabe el poco tiempo que me quede, dada mi avanzada edad. Y, en virtud de esta mi condición de español -que, incluso, publiqué en un acto en el que dominaban las camisas azules- me dolió la derrota de España que se produjo ayer ; y me dolerá, aunque esté dispuesto a aceptar lo que ocurra, la sarta de perjuicios que nos han enumerado como consiguientes con esta derrota de España y de los españoles. Por eso manifiesto mi deseo de que se vayan, no de España, sino de las decisiones que afecten a España los que, sin ser independentistas, votaron ayer no contra España. Si hubiera sido la realidad solo contra Rajoy o el Partido Popular, no me sentiría tan afectado. Pero ayer se votaba sí o no a España. Contra Rajoy -o contra su Gobierno- ya tenían cuatro años para luchar, con toda la fuerza de la razón, desde la oposición en la que decían querer estar. Cuando no hay Gobierno, no puede existir esa oposición. Sí tendremos, si no se remedia, el deterioro lastimoso de la vida española.