Una vez más ¿y van? ? En esta ocasión en Río de Janeiro, Rafa Nadal, nuestro Rafa, volvió a dar una lección de casta, pronunciada desde el pundonor, desde la nobleza más absoluta. Es verdad que dejó escapar la medalla de bronce en el cuadro individual, tras haber conquistado el oro en dobles junto a Marc López. En el momento justo de forzar el tercer set ante el japonés Kei Nishikori, Rafa, nuestro Rafa, agrandó más si cabe la leyenda. Todos queremos ser o por lo menos saber ser y estar como lo hace Nadal dentro y fuera de la pista de tenis. Rafa es de los deportistas, de los españoles que se viste por los pies, justo por donde asegura el dicho que se visten los hombres de verdad.

Lo del nipón es como para darle de comer sushi aparte. El torneo disputado con el japonés fue el de las trampas, el de las jugarretas. En más de una ocasión Nishikori se vio perdido y optó por lo que a todas luces es injustificable y que el COI, la Federación o a quien corresponda no tenían que haber consentido. El ataque de pánico del japonés ante la resurrección de Rafa, debió aflojarle los esfínteres porque, oiga, lo nunca visto, posiblemente para que el público no le viera temblar, Kei se fue a refugiar en el sitio menos esperado: el baño. Nunca sabremos si miccionó o defecó de miedo. Ese será su secreto y la gran incógnita de los Juegos de Río.

Yo creo firmemente que, con el miedo en el cuerpo como estaba, dejó que el sistema parasimpático relajara el esfínter interno del ano y a su vez elevara la tensión del músculo elevador del ano que conllevó la necesidad de ausentarse para hacer sus cositas. Muy sueltecito debía ir el nipón porque estuvo "ausente" durante más tiempo del que autoriza el Reglamento, para enfado de Rafa, nuestro Rafa, y extrañeza del público que se ha manifestado en las redes, censurando la arbitrariedad de los jueces y la actitud de Nishikori. La trampa y el desgaste de Nadal, que ya venía bien zurrado de sus partidos anteriores, de una semana infernal, fueron decisivos.

Nadal nunca hubiera hecho trampa semejante, ni hubiera consentido que se burlara, a su favor, la buena fe de los aficionados al tenis. Esa es la diferencia entre unos deportistas y otros. La acción del japonés es una forma de "dopaje", el de la trampa, sin necesidad de sustancias estimulantes por supuesto y mientras los análisis pertinentes no digan lo contrario, porque la ausencia deja muchas incógnitas y especulaciones. El juez de silla debía estar en la inopia porque no se enteró de nada. Nadal se llevó un cabreo monumental y el bronce fue mal ganado por Nishikori.

Está visto y comprobado que las leyes van donde quieren los reyes o, como en este caso, donde quiere el juez de silla y un Comité Olímpico excesivamente permisivo para unos y muy estricto e intolerante para con otros. Y ya está bien. Cada día hay que creer más que se roban medallas, partidos y todo lo susceptible de ser sustraído con argucias y actitudes como las que ponen de manifiesto los que aplican el reglamento cuando les conviene y cuando no, lo dejan correr. Es que, verá usted, a Rafa en Río no le dejaron ni cambiarse los pantalones que se los puso del revés, y sin embargo a Nishikori le dejaron ausentarse por un supuesto apretón, más de doce minutos. ¡Le zumba el bolo a Manolo!