Tal vez esta fuera la primera pregunta que rondara por la mente de De Gasperi y los otros modernos precursores de la unidad europea. Hacia dónde vas vieja Europa se preguntarían cuando en los primeros gélidos días de la Guerra Fría, y con el recuerdo aún caliente de los horrores de las dos grandes guerras mundiales, se cubrían las primeras etapas de la reconstrucción del continente.

Europa, que era en aquel momento solo una denominación geográfica para abarcar a ciudades y almas devastadas, por las bombas las unas, las otras por la atroz vergüenza de los horrores del nazismo, no tenía fácil trazar un camino de paz y prosperidad. Un continente que miraba el horizonte con miedo al expansionista totalitarismo soviético en el culmen del terrorífico esplendor estalinista, de los fusilamientos, del individuo alienado convertido en mero engranaje de la opresión colectivista, de Siberia y el gulag no lo tenía fácil para recobrar la dignidad de la que hablaban su historia y su cultura.

Konrad Adenauer, Robert Schuman, Jean Monnet y De Gasperi entre otros, lideraron el renacimiento de una Europa unida, colaborativa, moderna e ilusionante, primero en el campo del comercio y la industria pero con la mira puesta en la unidad política y social. Al primer núcleo de países, muy poco a poco fueron incorporándose otros y con ello acelerándose los intentos de mayores ámbitos de integración.

Hacia dónde vas, desorientada Europa, cabe preguntarse en estos momentos de nuevas incertidumbres. De convulsión social, desorientación colectiva, amenazas terroristas, fanatismo de quienes no quieren transformar Europa, sino destruir lo que significa de libertad individual, de respeto a la dignidad humana, de tolerancia. De populismos baratos y demagogia superflua.

Con el "brexit", regalo de políticos no demasiado consistentes o leales desgajándola por un extremo. Turquía a las puertas, transformando el trampantojo de un golpe de Estado en un verdadero golpe guiado desde el poder para monopolizar el poder. Con la incapacidad para resolver la insoportable crisis humanitaria de los refugiados y sin la determinación para atacar la guerra que la provoca. Con la expansión de los populismos que se nutren de las insatisfacciones individuales y colectivas de los europeos, no cabe cosa distinta que volver a hacerse la pregunta.

Hace más de medio siglo aquellos políticos tomaron talla de estadistas (Monnet ni siquiera político inicialmente) y supieron encontrar la respuesta y construir los caminos para ir de las tinieblas a la luz. Si hoy miramos en lontananza no nos topamos con estadistas que generen confianza en que puedan manejar con éxito los procesos y los tiempos. Cameron, Hollande, Merkel, Renzi, Rajoy? No son el mejor salvoconducto.

Ahora preferimos reírnos del histrionismo de Trump, dar cancha a las simplezas populistas, pagar peluqueros personales a 9.000 al mes o dejar el tiempo pasar, que mirarnos al espejo y asumir el reto de fortalecer la Europa que nos defiende.

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