Curiosos, intrincados estos tiempos nuestros. Ha llegado el cambio. Se ha impuesto la transversalidad. El país resiste siete meses gobernado provisionalmente.

Como estaba previsto, las negociaciones -que algunos llamábamos en escrito anterior malintencionada y quizás equivocadamente "cambalache"- van a continuar mas allá del 26J. Prosigue la batalla por el intercambio de un puñado de votos.

Es curioso, insisto. Porque entre las decenas de escritos, tertulias y lecciones magistrales de expertos politólogos a la moda, a nadie se le ha ocurrido analizar las ventajas y utilidad del confuso sistema multipartidista rampante que nos ha traído hasta aquí. Frente a los mil perjuicios y desventajas del caduco y obsoleto bipartidismo; ahora vilipendiado por la inmensa mayoría de ciudadanos y políticos.

No seré yo quien se lamente o describa las maldades y/o bondades de un diseño (derechas e izquierdas más o menos centradas), que más bien que mal nos ha permitido supervivir durante la ahora denostada Transición hasta unas elecciones, las del pasado 20D. A partir de las cuales parece como que casi todo es más confuso, más difuso también. Porque el tan codiciado cambio, opino, puede ser para mejor; pero nadie garantiza que no sea para peor. Resulta muy complicado que unos y otros lleguen a un acuerdo. Más por intereses de partido, y hacerse con el tan ansiado sillón , -es mi opinión-, que por ideales o un raciocinio correcto, convincente. Ocurre, por añadidura, que los tiempos son terriblemente complejos. Vivimos en una Europa cuyos fundamentos podrían venirse abajo a partir de un resultado negativo del "brexit" británico . Un sistema económico que podría desgajarse falto de líderes nacionales, incapaces de encontrar fórmulas válidas para intentar solventar inteligente, objetivamente tanta confusión. Un Continente antaño venerado, hoy enfrentado a populismos y extremismos nacionalistas y otros; todos ellos empeñados en ganar elecciones acá y acullá sirviéndose del desasosiego reinante. Guerras causantes de catástrofes humanas, de migraciones masivas sin rumbo, y que los países y sus intereses geopolíticos bastardos son incapaces de detener.

En España, mientras, tenemos más partidos, pero las mismas contradicciones de siempre

No obstante, no desearía dar la impresión de un pesimismo a ultranza. En vista de la realidad, me pregunto si algún ciudadano -más o menos avispado- no echará de menos el bipartidismo, que tenía la ventaja de facilitar mayorías estables. Como recogía un periódico de difusión nacional: "Ahora se produce tal fragmentación del voto y de las preferencias ciudadanas, que nos hallamos ante un escenario de ingobernabilidad; en unos momentos en los que España tiene que afrontar importantes retos, como la cuestión catalana entre otros".

En definitiva. ¿Todo va a ser mas sencillo cuando cuatro partidos y sus múltiples y variopintos anexos, que cruzan todo el arco parlamentario de las derechas a las izquierdas mas extremas, incluida una presunta socialdemocracia, o el centro que ahora todos pretenden abrazar (si Adolfo Suárez tan denostado por los unos y los otros levantara la cabeza); insisto, qué nos espera cuando la sopa de letras multipartidista aborde la negociación prevista a partir del 27? ¿Hacia donde nos llevarán los previstos trueques, si es que la convergencia transversal y el ansiado cambio llegan a producirse? ¡¡Ah!! Y una súplica personal: terceras elecciones no.

¡¡Los ciudadanos estamos hartos!!

Concluyo con una reflexión. Estimo que los políticos deberían aclarar en sus programas y en las decenas de sus repetitivos mítines y cansinas apariciones televisivas y otras, con qué partido van a formar coalición en el próximo Parlamento.

¿Acaso es legítimo depositar la papeleta en la urna sin saber que ese voto va a servir para proporcionar la mayoría a partidos o insólitas coaliciones de partidos que, una vez mercadeado dicho voto, van a sostener políticas totalmente opuestas a las que el ciudadano, en su buena fe y convicción, apoya al ejercer su derecho al voto?

Y como dice docto periodista teletertuliano: "Ahí me quedo".

Jesús Pertejo (Madrid)