Se llega al final de la campaña electoral con casi todo el pescado vendido, aunque todavía queden muchos electores que aún no saben qué pescado comprar y no han tomado una decisión, y que muy probablemente no tomarán otra que la de abstenerse, sobre todo después de presenciar el debate televisivo entre los cuatro principales candidatos, contemplando el cual la única opción que parecía más racional, lógica y acertada, era la de quedarse en casa el próximo domingo.

Ha sido una campaña fatigada, sin ilusión y casi sin esperanzas. El PP volverá a ganar en cuanto a votos, según todas las encuestas, pero será nuevamente el gran perdedor, pues aunque suba hasta un 30 por ciento de los votos ello significará un 70 por ciento de rechazo a su candidato. Su drama es que sigue estando solo, pues Ciudadanos pone públicamente como condición la sustitución de Rajoy. O sea que puede que el PP haya de enfrentarse a la realidad de una vez por todas y elegir entre Rajoy y el Gobierno compartido. Y por si fuera poco la corrupción que le lastra, le caen encima ahora el escándalo del ministro de Interior, que no quiere dimitir, con las turbias grabaciones de Fernández Díaz, y el falso gráfico del gasto social burdamente manipulado mostrado por el tal Casado en un debate ante las cámaras.

Al PSOE le dan todas las encuestas como tercer partido, superado por Unidos Podemos, y si es así, que falta por verlo, lo va a tener todavía más crudo y difícil que en diciembre, entre otras cosas porque es un partido en el que pese a presumir de modos democráticos manda la vieja guardia. O Sánchez se une a Iglesias para formar Gobierno o apoyándole de alguna otra manera, o se abstiene y deja el paso libre a un pacto PP-Ciudadanos, con o sin Rajoy, lo que el socialista ha negado. Algo más fácil sería, en esta nueva oportunidad, el pacto con Unidos Podemos si el PSOE quedase segundo, aunque un Sánchez presidente pudiera ser un Zapatero bis, con su ministerio de igualdad y cosas así que va anunciando.

Por su parte, Unidos Podemos continúa tendiendo la mano a Sánchez para dar forma a un Ejecutivo de cambio y progreso. Ha moderado Iglesias su discurso y construye puentes hacia el PSOE, pero en el fondo no parece tener ninguna confianza en lograr sus propósitos de coalición, pues sabe del temor y el rechazo que su partido suscita en buena parte de la sociedad española, socialistas incluidos, debido a la feroz campaña del miedo orquestada desde el PP y los poderes económicos y financieros que son los que mandan. Además, la cuestión del independentismo catalán sigue por medio, pues Podemos no renuncia a apoyar el referéndum sobre la independencia aunque es proyecto aplazable.

En cuanto a Ciudadanos, obligado está ya a mantener su veto a Rajoy, lo que le hace no depender de sí mismo. Ni siquiera le vale pensar, como hace unos meses, en recurrir a un PSOE a la baja, en aquella especie de pantomima sin pies ni cabeza. Si los resultados se lo permiten, Rivera se mantendrá en su postura, pero si no es así tal vez se trague sus palabras y todo pueda pasar, porque su gran fijación continúa siendo el imposible PP-PSOE-Ciudadanos. Aunque sea tras unas terceras elecciones.