Digo yo que si Venezuela está siendo el foco de la precampaña y Rajoy ya ha dicho que acepta, oh magnánimo él, un debate a cuatro, lo lógico es que ese debate lo modere Maduro, hombre sensato, sereno y neutral donde los haya. De hecho, el propio Maduro ya se ha ofrecido gratis y sin condiciones, lo que no deja de ser una forma prudente de poner paz en la alborotada política española. De su personalidad y coherencia hay que esperar el mejor de los arbitrajes posibles.

¿Dónde se celebraría el encuentro? Visto lo visto y tal y como se han puesto las cosas, lo razonable es que hubiese dos debates: uno en Caracas sobre la situación y las elecciones españolas y otro en el pueblo zamorano de Rionegro del Puente, donde nació el fundador de Caracas, sobre el lío que tienen montado cabe el Orinoco. O sea, en Venezuela en torno a España y en España en torno a Venezuela. Así no valdrán excusas sobre si el terreno favorece a unos o a otros, sobre si está o no embarrado, sobre la presión ambiental o sobre la supuesta parcialidad del colegiado.

¿Se imaginan a Maduro, ataviado con su chándal con los colores de la bandera patria, sustituyendo a Manuel Campo Vidal en la difícil tarea de poner orden en las intervenciones de Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera? Un espectáculo a la altura de los de los Rolling con el presidente venezolano como estrella y los otros cuatro de teloneros, porque ¡a ver quién manda callar a don Nicolás cuando se lanza a repartir sartenazos e insultos con ese lenguaje estridente, floreado, barroco y faltón que le caracteriza! Habría que colocar a Mariano Rajoy y a Albert Rivera un poco lejos del moderador para evitar que aquello acabe como el Rosario de la Aurora.

¿Un planteamiento absurdo? Pues, claro, pero no mucho más que llevar la situación interna de Venezuela a la reunión del Consejo de Seguridad Nacional de España, como sucedió el pasado viernes a instancias del propio presidente (en funciones) del Gobierno. El asunto acaparó gran parte de las preguntas de la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, lo que da idea de lo esperpéntico del caso y de la deriva en la que hemos entrado en esta precampaña latosa e interminable. Como si no hubiese problemas graves en España y necesidad de buscarles soluciones con propuestas razonables y creíbles ahora que tenemos que volver a votar el 26-J. Pues, no. Venezuela por aquí, Venezuela por allá, Venezuela como arma arrojadiza, Venezuela como supuesto baremo para medir por dónde andan y qué quieren unos y otros; Venezuela para arrancar algún voto dudoso?

¿Estaría el país caribeño en el centro el huracán si no anduviera Podemos por medio? Creo que no. Las innegables vinculaciones (aún no sabemos cuántas ni cuáles exactamente) entre Pablo Iglesias, Monedero, Errejón, etc. y el chavismo y sus herederos son vistas por los demás partidos como una oportunidad para erosionar a los podemitas y sus aliados. En esta tónica cabe incluir el viaje reciente de Rivera a Caracas, la inclusión de Venezuela en la citada reunión del Consejo de Seguridad Nacional, varias declaraciones de Pedro Sánchez y numerosos ataques verbales de dirigentes populares, socialistas y ciudadanos.

La postura oficial de Iglesias y sus camaradas tampoco ayuda. No han condenado radicalmente lo que sucede en la tierra de Bolívar, han matizado y edulcorado la detención de líderes de la oposición por el mero hecho de serlo (presos políticos) y no han defendido la necesidad de ese referéndum revocatorio que plantea la oposición tras haber ganado por goleada las elecciones pero ven cómo Maduro cercena todas sus iniciativas legislativas. Esta posición tibia en lo político y oscura en las relaciones Podemos-chavismo puede hacerle mucho daño electoral a Iglesias. Y ya se lo está haciendo a la precampaña española. No toda la culpa es, claro está, de Podemos, sino que hay que compartirla con los demás aspirantes a La Moncloa. Con Venezuela como epicentro del terremoto, los problemas internos españoles parecen haber pasado a un segundo o tercer lugar, incluidos los recortes que Rajoy le promete, si forma gobierno, a Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea. O sea, aquí asegura que bajará los impuestos y a Bruselas manda una carta poniéndose a sus órdenes para lo que haga falta. Muy fuerte, ¿no?, pero aquí nos da por hablar de la situación en Venezuela, que es importante, sí, pero no para centrar las discusiones electorales.

De modo que vayan preparándose para saber de Venezuela más que su presidente. Consulten mapas, libros, móviles, lo que tengan a mano. Y no descarten ver a Maduro de moderador en las teles españolas. ¿Surrealista?, sí, pero, al menos, nos reiremos un rato porque lo que es ahora?