Querido abuelo: No estás. Te fuiste inesperadamente como para no molestar. Después de unos años de idas y venidas, te has marchado al otro lado para no volver. Te fuiste con tu mirada clara y tu sonrisa luminosa. Y que injusta es la vida, ¿eh? Siempre se lleva a los mejores. O, a lo mejor, es que no soy capaz de entender lo que tiene de significado profundo.

En parte estoy feliz porque te has ido en un suspiro. Sin dolor. Del sufrimiento ya me encargo yo. Nos dejas tristes mientras te elevas hacia la Luz.

Quería decirte, que te voy a echar mucho de menos y que aunque no te pueda ver, sé que vas a estar siempre conmigo a pesar de que en los últimos tiempos apenas me reconocieses a causa de esa enfermedad tan horrible. Te adoro.

Siempre has sido y serás uno de los hombres de mi vida, con cada lección, consejo, caricia... De valor incalculable. Qué razón tienen cuando dicen que no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Ahora que no te tengo daría mi vida para volver atrás y pasar segundos contigo. Quedarán pendientes muchas conversaciones, que deseo retomar cuando volvamos a vernos en un lugar más hermoso y sin dolor. Eras de pocas palabras pero cada uno de tus actos perfilaba tan bien tu generosidad que asustaba. ¡Qué afable y bondadoso eras con todos, abuelo! Te extraño.

La ausencia es un hueco que duele tanto... Va a ser difícil asimilar que no estás, mirando tu sillón (vacío) o recordándote viendo tus películas de vaqueros y aventuras que tanto te gustaban. Te pienso. Estás grabado a fuego en mi mente y en mi corazón.

Y sé, que donde quieras que estés, me vas a cuidar. Y que me susurras al oído palabras de ánimo, como una brisa suave. Te recuerdo. Con toda la ternura del mundo. Dándome la mano fuerte mientras me enseñabas a andar o tumbado, cuando apenas podías abrir los ojos. Leyendo los mejores libros, aunque siempre terminabas por aburrirte y empezabas a contarme historias maravillosas.

Perdiendo la memoria, olvidándote de todo. Hasta de ti. Haciendo rabiar a mi hermana, riéndote de todo. Hasta de ti. ¿Cómo me alegraban tus risas bonachonas!

Pero, ¿sabes una cosa? Tu recuerdo en mí y en cada uno de nosotros estará cada día más vivo. Permanecerás para siempre en mi memoria y en mi corazón.

Abuelo, nadie mejor que tú sabes cómo cuidó de ti la abuela, con qué mimo y esmero te acompañó hasta tu último suspiro. ¡Qué alegría para los dos cuando os volváis a encontrar!

Te siento. A mi lado y dentro de mí. Y sé que nunca te vas a ir. Lamento no haberme podido despedir como quisiera o como te mereces, así que aquí va: Lo hago con un hasta siempre porque algún día nos volveremos a ver. Es una certeza que me ayuda a salir adelante. Mis palabras son sencillas y las emociones me desbordan y duelen, pero tenía que decirte algo para agradecerte todo el amor que nos regalaste a todos.

Te quiere, Andrea.

Andrea Crespo Peláez

(Zamora)