En el salón de mi casa hay un amplio ventanal en el que yo solía tener una fila de tiestos sobre la repisa que forma el alféizar, pero por diversos motivos dejé de prestar atención al cuidado de los tiestos y allí quedaron al libre albedrío de la Naturaleza.

Una mañana de marzo vi cómo una paloma se posaba una y otra vez en el hueco existente entre dos de los tiestos que dejé en la ventana y pude comprobar que la zurita allí terminó haciendo el nido.

Verdaderamente, nada hice que pudiera molestarla y me limité a dejar pasar los días viendo cómo transcurría el tiempo de la incubación.

Hace una semana nacieron los pichones y la madre paloma va y viene trayéndoles en el pico el alimento. A los dos pichones se les ve crecer día a día y parece que disfrutan plenamente de su estancia en el nido.

El resultado es que mi ventana ha sido "okupada" por una familia de columbas y yo no me atrevo a desalojarlas. Seguramente que hay muchas más palomas por las cubiertas del bloque de viviendas en que habito.

Es habitual encontrar este tipo de aves a lo largo de la Avenida de Requejo, subidas en los árboles y amenizándonos con su zureo que podía ser más o menos agradable a los oídos si no fuera por la otra contribución que esas palomas nos dejan en abundancia en las s; son numerosas las huellas de excrementos esparcidos por las aceras en las inmediaciones de cada árbol, espectáculo nada agradable para la vista o para el olfato y no digamos para la incomodidad de la deambulación que hace que vayamos pendientes de no pisar semejantes "alfombras". Tengo entendido que, en el mundo rural, la palomina es un abono muy estimado para el campo, pero en la ciudad es una basura indeseable.

Los palomares siempre fueron una seña de identidad en los pueblos de Tierra de Campos y los pichones fueron un alimento exquisito para los lugareños en tiempos pretéritos, pero la mayor parte de los palomares van quedando abandonados y convertidos en ruinas y las palomas pueden ser más bien una plaga para los sembrados.

Las colonias colombinas se trasladan a las ciudades y aquí nos van dejando el testimonio de su afincamiento. Bien es verdad que ya es típico ver plazas públicas repletas de bandos de palomas que están familiarizadas con el público que les echa de comer y se entretiene con ellas. Claro que los monumentos públicos próximos a estas bandadas de aves están sufriendo un progresivo deterioro por culpa de sus abrasivos excrementos.

¿No estaré haciendo yo el pichón con permitir en mi casa tales "okupas"?