Si San Acuerdo de Última Hora, ángel guardián de Carles Puigdemont, no lo remedia, iremos a unas nuevas elecciones generales. Y aquí nos pillarán en plenas Fiestas de San Pedro en medio de ristras de ajos, cacharros de Pereruela, Moveros y demás y la eterna polémica entre Gobierno municipal y oposición sobre si el programa es mejor o peor que los anteriores, si se gasta mucho o poco y si luce o no lo apoquinado a artistas, compañías, fanfarrias, charangas y otros compañeros mártires.

No serán unos comicios cualquiera. Por primera vez repetiremos visita a las urnas por culpa de la imposibilidad de elegir jefe del Ejecutivo. Ya sobrevuela el calificativo "histórico", tan abundante y mal empleado en esta época, para definir un acontecimiento que pilla al personal con cierto hartazgo y con una perplejidad que no hace sino aumentar cada vez que un responsable político trata de explicar por qué no hay acuerdo y cuáles son las razones que lo impiden. Veremos en qué queda lo de "histórico". Quizás haya que empezar a decir "histórico-1", "histórico-2" y así sucesivamente; no hay visos de que las cosas vayan a cambiar mucho de ahora hasta finales de junio.

Les supongo enterados de los avatares habidos y por haber desde que el 20D pasó lo que pasó, es decir ausencia de mayorías absolutas y un reparto de escaños que no hacía presagiar consensos viables. Durante la misma noche electoral, hubo una cadena televisiva que se inventó el llamado "Pactómetro" y, según se iban conociendo los resultados parciales y los definitivos en tal o cual provincia, se dedicó a especular sobre futuras alianzas, Gobiernos de izquierdas o de derechas, acercamientos, roces, pactos transversales?.

Yo, con todo el respeto y el cariño para el director del programa, no salía de mi asombro. A mí no me salían las cuentas por ningún lado. Y, aun sabiendo que la política es el arte de lo posible y que hace extraños compañeros de cama, veía escasísimas opciones de acuerdo entre los cuatro grandes. Pero pasaba el tiempo y los del Pactómetro seguían erre que erre. "Será que en Madrid están más enterados que en provincias", me dije. "Será", me contestaron al unísono diez o doce amigos. Poco después, pude comprobar que eran numerosos los medios de comunicación que lanzaban pactómetros y más pactómetros y que metían por medio la retirada de Rajoy, el ascenso de Susana Díaz, los líos internos en PP y PSOE, la guerra o escaramuza entre Iglesias y Errejón, las filias y fobias en Ciudadanos, las líneas rojas de unos y otros, la cerrazón de los independentistas? en fin un maremágnum en el que uno no sabía si Albert Rivera acabaría liado con Soraya Sáenz de Santamaría, si Pedro Sánchez le pondría un piso a Carolina Bescansa o si Pablo Iglesias montaría un chiringuito con Alberto Garzón en una playa de Estepona. Además, todo adobado con cientos de declaraciones diarias, filtraciones, rumores y leñazos dialécticos, algunos tan fuertes que hasta llegaron a despertar a don Mariano, que roncaba en la Moncloa.

Después vino lo que vino: Rajoy que declinó la invitación de Felipe VI para intentar ser presidente; el acuerdo PSOE-Ciudadanos; la frustrada investidura de Sánchez; postureo en contactos llamados al fracaso; don Tancredo-Rajoy como si la cosa no fuera con él; más runrunes; palabrería vana; disculpas; búsqueda de culpables (nunca uno mismo, sino los demás)? Y mañana, el rey inicia otra ronda de conversaciones, que, salvo milagro a la catalana (¿nos pedirían royalties?), terminará en la convocatoria de elecciones para el 26J.

De modo que nos meteremos en una campaña electoral en la que los mismos volverán a decirnos lo mismo. Solo se intuyen cambios en el apartado de "Estacazos al rival". Ahí sí que subirán los decibelios y nos obsequiarán con una enciclopedia de excusas. Nadie tendrá la culpa de que no haya existido acuerdo desde el 20D hasta nuestros días; todos habrán jugado con limpieza, bonhomía y en pro de los intereses del país y de los ciudadanos. Faltaría más. El problema es que se les está agotando la credibilidad al tiempo que se acaba la paciencia de la gente. Y el problema también es que, en la noche del 26J, es probable que muchos nos hagamos una pregunta inquietante: ¿Y medio año de jaleo y zozobra para esto? O sea, para volver a la casilla de salida y pasar el verano dedicados a lo que el diario francés "Le Monde" ha calificado como "la teatralización del absurdo". Vamos a la playa/calienta el sol/chiribiribí, popopopó.