Todo lo hago nuevo". Esto lo dice Jesucristo en la visión de Juan en el libro del Apocalipsis. Y es así. Cristo hace nuevas todas las cosas. Pero esta novedad no queda para el futuro, para "el cielo nuevo y la tierra nueva" que van a llegar al final de los tiempos. Es una novedad que ya está operativa desde la mañana de Pascua para todo el mundo. Es decir, el mundo ya ha sido alterado, cambiado, transformado por la resurrección del Señor. Vivimos una realidad diferente.

"¿En serio?", puedes estar pensando. Sí, así es. "Pues sigue habiendo mucho sufrimiento, mucho dolor, muchas desgracias, mucha muerte, mucho pecado, mucha hambre, mucha miseria, mucha pobreza, muchas injusticias, muchas esclavitudes?". Cierto, pero todo es nuevo. ¿No eres capaz de ver la novedad? Tranquilo. Hasta cierto punto, es normal que no percibas ni sientas la novedad de la Resurrección. No ves todo este cambio porque tienes que cambiar de ojos. Sí, sí, no me he vuelto loco. Repito: tienes que cambiar de ojos. Los que tienes tú y los que muchas veces también tengo yo, son los ojos de un hombre mundano. Y no se trata de ponerse unas gafas especiales. Porque unas gafas te las quitas y te las pones. Se trata de cambiar de ojos. Solo puedes descubrir toda esta maravilla del mundo que te rodea con los ojos de Cristo. Él es hombre y es Dios. Tienes que tener los ojos de Cristo.

"¿Y cómo conseguimos tú y yo los ojos de Cristo?" Desde el amor. Dejándote amar por Jesucristo para aprender a amar tú a los demás de la misma manera que te ama Cristo a ti. Lo primero, déjate amar por Jesucristo. "Pero, ¿cómo?". Acércate a la comunidad de los que siguen al señor, esa comunidad forma la Iglesia. Sin la Iglesia no puedes sentir el amor que Cristo te lleva regalando desde el mismo instante en que fuiste concebido. A pesar de nuestros pecados, el señor nos ama. Y lo más grande es que quiere hacernos capaces de amar como ama él. Aquí está la novedad. Cristo te hace capaz de ser semejante a él. No te llama a la violencia, no te llama a la venganza, no te llama a ser el número uno a costa de lo que sea, a conseguir dinero, placer o poder a cualquier precio. No. Te invita a amar. Te da sus ojos para mirar tu propia vida como la ve él. Te da su corazón para amar a los otros como él te ama a ti. Esto no es un cuento. Esto es real.

Quizá no lo has experimentado porque no te has dado cuenta de que no es algo que debas lograr con tus fuerzas. Insisto: déjate amar por Cristo. Punto de partida inevitable, afortunadamente. Después ya vendrán otras etapas para que sientas que Jesucristo también ha hecho nueva tu vida. Y todo desde el amor por ti. Nada más ni nada menos. ¿No lo sabías? Ahora ya lo sabes. Felicidades.