Celebramos el cuatrocientos aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra (22 de abril de 1616). Aunque muchos zamoranos estamos empeñados en que Cervantes tiene necesariamente que ser de ascendencia sanabresa, sus biógrafos coinciden en que el autor del "Quijote" nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547 y que su padre, Rodrigo de Cervantes, nació igualmente en Alcalá de Henares.

Como la biografía de Cervantes es tan universalmente conocida, me he dedicado a husmear en los antecesores del escritor, cuyo cuatrocientos aniversario de su fallecimiento conmemoramos el 22 de abril. Juan de Cervantes era abuelo de Miguel de Cervantes, había nacido en Córdoba en 1470, hijo del pañero Ruy Díaz de Cervantes al que le marchaban bien los negocios de pañería y envió a su hijo Juan a estudiar en la Universidad de Salamanca, donde se licenció en Derecho. Terminada la carrera, volvió Juan a su Córdoba natal finalizando el siglo XV y ejerció la profesión de abogado; contrajo matrimonio con Leonor de Torreblanca, y de este enlace nacieron cuatro hijos, entre los que estaba Rodrigo el padre del escritor Miguel de Cervantes.

El abuelo Juan, hacia 1512, tramitó la liquidación del negocio de paños de su padre y se marchó a Toledo, donde trabajó en la Administración, dando motivos de abundantes quejas porque, siendo un simple funcionario, se tomaba demasiadas atribuciones. Pasó después a ejercer como consejero de Diego Hurtado de Mendoza, donde se vio envuelto en un pleito con el hermano bastardo de don Diego, don Martín de Mendoza, que se convirtió en amante de su hija María, a la que al parecer había seducido con la promesa de hacerla beneficiaria de una riquísima dote.

Descubiertos estos amoríos y a consecuencia de los enfrentamientos entre los hermanos Mendoza, Juan de Cervantes y su burlada hija María fueron expulsados del Palacio del Infantado. No se amilanó el experto abogado e interpuso un pleito contra el bastardo don Martín de Mendoza. Los poderosos Mendoza actuaron contra el viejo abogado que fue a dar con sus huesos en la cárcel vallisoletana (donde años más tarde irían también a parar su hijo Rodrigo y su nieto Miguel). Sin embargo sus buenos oficios como hombre de leyes le permitieron descubrir la conjura y obligar al bastardo a cumplir su promesa monetaria.

Tras esta victoria judicial sobre una de las familias más poderosas del reino, la fortuna de Juan de Cervantes volvió a crecer y la prosperidad le dio un buen tono social. Asentado de nuevo en Alcalá de Henares, hacia 1532, hizo gala de su esplendor y liberalidad con la adquisición de lujosos coches, caballos, ricas galas y numerosos criados. Se acostumbró a continuos desplazamientos, con lo que descuidó su hacienda y desatendió a su familia, que quedó en Alcalá de Henares mientras él se instaló nuevamente en Córdoba. Su esposa y sus hijos quedaron en Alcalá de Henares en medio de dificultades económicas al faltar el apoyo directo del cabeza de familia.

Ya en Córdoba, Juan de Cervantes obtuvo el cargo de abogado de la Inquisición, rodeado de una prosperidad de la que carecían por aquel entonces su mujer y sus hijos, atendido por tres esclavos, un criado negro y una criada con la que, a sus ochenta y tantos años, aún mantenía relaciones íntimas, conservaba el vigor suficiente para atender cargos relacionados con la abogacía hasta el fin de su longeva existencia.