Imagínese que la propina que le da a su hijo todas las semanas, junto a la que recibe de sus familiares y amigos, este la va metiendo en una hucha. Usted, de vez en cuando, como inspector de hacienda, se la revisa para ver la cantidad de ahorros acumulados. A su hijo, que se está haciendo mayor y le quiere hacer un regalo sorpresa, le molesta esa revisión periódica porque podría ser descubierto su plan.

El chaval sabe que un amigo suyo no está sometido a esas revisiones y decide llevar otra hucha a casa de los padres de ese amigo. En esa nueva hucha va metiendo las propinas que recibe de amistades y que usted no sabe de ellas ni de su cuantía. Su hijo lo cuenta en el colegio y todos sus compañeros hacen lo mismo. Es decir, tienen un dinero en una hucha, pero lo tienen en secreto en la casa del amigo de su hijo.

Un buen día, los padres de ese amiguito se dan cuenta de que tienen un armario ropero lleno de huchas. Cada una tiene un nombre que curiosamente coincide con el nombre de los compañeros de clase. Esos padres, sorprendidos por el hallazgo, llaman por teléfono a los padres de los dueños de esas huchas para contarles el panorama.

La hucha secreta de su hijo se iba llenando con dinero legal y con un buen fin: hacerle a usted un regalo para su onomástica. La hucha de los otros compañeros, no tanto. Se llenaban con dinero sisado a los abuelos, con las vueltas de la compra, con la venta de cromos repetidos, con la venta de chuches robadas en las tiendas... En fin, no todos tenían malas intenciones pero sí, casi todos, quisieron evadirse del control paternal del importe de sus ahorros ocultando sus caudales. Al final, los padres sabrán las buenas y malas intenciones que encerraban las huchas «offshore» de sus hijos.

Lo que ha leído viene a cuento porque el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación ha dado a conocer los ya famosos «papeles de Panamá». Bajo este nombre se oculta, según los expertos, la mayor filtración de datos de la historia, no solo por el volumen de documentos sino también por su repercusión mediática, incluso mayor que la de WikiLeaks. En esos «papeles» aparecen los nombres de personas de toda índole, vinculadas a un tipo de sociedades conocidas como «sociedades offshore» ancladas en Panamá, siendo el foco de atención actual debido a que sus partícipes son personas ya de por sí mediáticas.

Este lustro ha ido enriqueciendo nuestro vocabulario financiero. Conocemos, porque las hemos sufrido, lo que son las hipotecas subprime, las acciones preferentes, la prima de riesgo, los hombres de negro, la deuda subordinada, la hipoteca multidivisa, etc. Ahora ha surgido una nueva para seguir enriqueciéndonos: las empresas «offshore». No será la última.

«Offshore» es una palabra anglosajona que significa «alejado de la costa». Este calificativo se aplica a diferentes tipos de actividades que se realizan en alta mar (explotación de plataformas petrolíferas, por ejemplo) o para indicar el traslado de un recurso o proceso productivo a otro país. Sin embargo, cuando en los papeles de Panamá se habla de sociedades «offshore» se refiere a un tipo de sociedad mercantil, domiciliada en un paraíso fiscal por un no residente con ciertas ventajas legales y fiscales. Aunque no se vean con buenos ojos por su ubicación geográfica, son legales siempre y cuando su uso sea el adecuado porque se encuentran bajo regulación legal y fiscal del país donde se ubican. Por el contrario, el problema surge cuando el empresario inscribe una sociedad «offshore» buscando pagar menos impuestos y garantizarse el anonimato de la actividad económica. Al ser así, las actividades de las «offshore» panameñas pueden constituir delito para los titulares si incumplen la normativa legal vigente, entre otras cosas porque en 2010 se firmó el convenio fiscal entre España y Panamá con el fin de evitar la doble imposición con lo que Panamá dejó de ser paraíso fiscal.

No nos podemos dejar llevar por el impacto y confundir las empresas «offshore» con las filiales internacionales de las empresas. Mientras las primeras no pueden tener actividad económica en el país de anclaje, las filiales sí pueden tenerla, es más, la tienen.

Crear y comprar sociedades «offshore» u opacas es una práctica, por desgracia, bastante extendida entre las personas con rentas muy altas que se benefician por la facilidad y bajo coste de la creación empresarial. Sus características principales son: la inscripción se hace a través de agentes especializados que se encargan de redactar los estatutos y de su registro. No existe información de la actividad. Están exentas del pago de impuestos excepto la licencia anual correspondiente. Se benefician de las leyes de privacidad, lo que las convierte en confidenciales. No operan económicamente en el país en el que se domicilian. Los accionistas no deben tener su domicilio en el país de la sede y no pueden invertir en el programa económico del país.

Cuando un empresario inscribe una sociedad «offshore» en un paraíso fiscal busca, sobre todo, pagar menos impuestos que en su hacienda local y garantizarse el anonimato de la actividad económica. Se supone que la industria «offshore» mueve más del 50% del capital a nivel mundial.

La lista de empresarios que aparecen en los papeles de Panamá es muy amplia y variada. Sin embargo, no se debe pasar a todos por el mismo rasero. No todas las huchas se fueron rellenando con dinero ilegal, con fines delictivos y de forma opaca, algunas se construyeron dentro del marco legal y fiscal correspondiente. En cualquier caso, habrá papeles y huchas para rato.