En alguna ocasión he hablado sobre la soledad, el silencio, la paciencia,? pero ahora, ante esta situación de inseguridad generalizada que estamos viviendo, a todos los niveles, familiar, gubernamental, político, laboral, económico, social, etc? que en definitiva afecta a los aspectos de nuestra vida, quiero hacer una reflexión sobre la ansiedad que provoca en la persona todo este tipo de inseguridades, de impaciencias, en definitiva, de situaciones estresantes, con el consiguiente perjuicio para la salud.

Hemos de partir de la base de que la ansiedad es una vivencia personal de un acontecimiento externo que genera en nosotros una especie de mecanismo de defensa, siendo la reacción en cada persona totalmente distinta.

La ansiedad no tiene, en principio, que ser perjudicial, pues es una especie de mecanismo adaptativo que debe ser bueno y no generar problemas para nuestra salud; los problemas surgen cuando se producen alteraciones que dañan y perjudican nuestra salud y provocan en nosotros una especie de incapacidad para solventar el problema que genera la situación de ansiedad.

En los tiempos actuales la impaciencia, que provoca el propio ritmo vertiginoso y rápido de los acontecimientos, y la falta de reflexión, de calma, de sosiego en el hacer nuestras cosas generan situaciones de estrés, de ansiedad que perjudican seriamente nuestra salud.

El lema del momento presente es "ahora dicho y hecho", "aquí y ahora", todo tiene que producir una satisfacción al momento, todo tiene que estar programado para ¡ya!, se trabaja por objetivos, se imponen tareas imposibles para realizar a priori en el tiempo previsto, a veces tienen que ser interrumpidas sobre la marcha, y todo ello genera en la persona un auténtico descontrol mental y físico.

Me pregunto ¿dónde está la calma, la reflexión, la tranquilidad? Me viene a la memoria esa frase tan castellana, tan nuestra, de "vísteme despacio que tengo prisa", creo recordar que atribuida a Napoleón o a Fernando VII, disculpen mis queridos lectores la cita precisa de su autor, pero créanme que no me produce desasosiego.

Recuerdo que, en cierta ocasión, escribí en mi libreta de notas una frase del pensador chino Confucio que dice así: "La inconstancia y la impaciencia destruyen los más elevados propósitos". Un proverbio persa reza así "La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces". Santa Teresa de Jesús decía que la paciencia todo lo alcanza. Hemos de saber esperar. Creo que ha llegado el momento de hacer un alto en el camino y tratar de buscar soluciones a los problemas que el trabajo y la vida tan rápida que llevamos nos originan. Ya está bien de urgencias para todo, el trabajo bien hecho necesita su tiempo, hemos de dar al tiempo su debido valor, que no nos va la vida en ello, hemos de disfrutar de la vida diaria, de una conversación con los buenos amigos, del poder tomar un café tranquilos sin que suene el teléfono, la llamadita del plasta de turno, para comentarte que lo siente pero que de momento no puede pagarte, y ya te anticipa que te tienes que esperar, ahí sí que tenemos que ejercitarnos en la paciencia, de eso sabemos mucho los profesionales, somos especialistas en la espera en el cobro de honorarios.

Hemos de disfrutar de dar un largo paseo por el campo, de escuchar buena música, de la lectura de un buen libro, de ver una buena película y, a ser posible, todo ello sin prisa, para tranquilizar nuestro ánimo, ¡cuánto hemos de aprender de los orientales! que disfrutan tomándose una infusión sin prisa, tranquilamente, contemplando el cielo. Las prisas no son buenas para nada y solo sirven para hacer las cosas en la mayoría de los casos mal y, lo que es peor, para dañar nuestra salud. Recordarán una frase que repetía constantemente el doctor Bartolomé Beltrán, en su programa radiofónico "La salud es lo que importa", qué gran verdad. Hemos de asimilar el principio de que hemos de trabajar para vivir con dignidad y no vivir para trabajar. La vida es demasiado breve para destinarla en su totalidad al trabajo, hemos de cultivar nuestras aficiones y especialmente cultivar el espíritu, tan olvidado en estos tiempos, donde parecer ser que lo único importante es la materia, traducido en consumo sin límite, promovido por la sociedad de consumo, aquí el que no consume más que su vecino es porque es más pobre que su vecino; verdaderamente me produce pena, consuma lo que realmente necesita y si puede ser de buena calidad, mejor que mejor, pero olvídese del 4x1, nadie le regala nada. Tratemos de evitar a las personas y las situaciones que nos producen ansiedad, estrés, desasosiego, nerviosismo, y especialmente hemos de apartarnos de las personas que por naturaleza son tóxicas y perniciosas para nuestra salud.

Hoy hace un buen día. Seguro que viene alguno y lo fastidia. Sin mayores comentarios. Aprendamos a disfrutar del momento presente.

Pedro Bécares de Lera (Zamora)