Se suele definir el tiempo como una magnitud física que permite secuenciar los hechos y su unidad de medida es el segundo.

Pero como hay muchas maneras de medir, hay a su vez muchos tipos de tiempo, entre otros, el atmosférico, el cronológico, el psicológico, el de la paz, el de la guerra, el del parado, también hay un tiempo de espera?

La mejor reflexión que he leído acerca del tiempo, se debe a la pluma del gran escritor polaco, apasionado y valiente corresponsal de guerra, trotamundos empedernido y aventurero de visión lúcida y penetrante, Ryszard Kapuscinski, que aparece en su libro: "Ébano".

En él nos relata un viaje en solitario por el continente africano, alejado del turismo de masas, conviviendo con los habitantes de ciudades y aldeas con los que se va encontrando, donde nos ofrece un testimonio de primera mano, que nos acerca de manera rotunda a un mundo desconocido, pero siempre vivo y en constante ebullición.

En el capítulo, "El camino de Kumasi", observamos que le llaman la atención aspectos como los tres mundos que componen el universo espiritual africano: la realidad visible, los antepasados que siempre acompañan al hombre, y el reino de los espíritus, que además de ser independientes, viven en cada ser y al mismo tiempo en cada cosa, cada sustancia y cada objeto, es decir, en todas partes, por eso se ven a cada paso amuletos y objetos colgando de árboles y en la tierra para recordar ese concepto inmaterial.

De ahí, pasa a reflexionar sobre la forma tan distinta que un europeo y un africano tienen de enfrentarse al concepto tiempo.

Nosotros creemos que el tiempo es objetivo, que se halla fuera de nosotros, que transcurre por sí mismo y somos sus siervos.

Por el contrario, los africanos perciben el tiempo de forma más abierta elástica y subjetiva. Es algo que el hombre hace surgir, pues para ellos, el tiempo solo se manifiesta a través de los acontecimientos, y pone como ejemplo que "Si dos ejércitos no libran batalla, esta no habrá tenido lugar (es decir, el tiempo habrá dejado de manifestar su presencia, no habrá existido").

Lo más interesante es que el autor crea un término que surge de la capacidad extraordinaria del hombre africano de no mostrar prisa ante ningún aspecto de la vida o en determinadas circunstancias que exigen parar, y ese es "el estado de inerte espera", algo así como un séptimo sentido.

Kapuscinski se basa en la teoría siguiente: "En alguna parte del mundo fluye y circula una energía misteriosa, la cual, si viene a buscarnos, si nos llena, nos dará la fuerza para poner en marcha el tiempo, entonces algo empezará a ocurrir. Sin embargo, mientras una cosa así no se produzca, hay que esperar; cualquier otro comportamiento será una ilusión o una quijotada".

Por esa razón, mientras los europeos nos agobiamos si tenemos que esperar en una cola o en cualquier sitio, los africanos entran en un estado consciente de lo que puede ocurrir, y se sientan, se tumban o se ponen en cuclillas, permanecen en silencio, no miran, dejan de mostrar curiosidad, suele entornar los ojos o tienen la mirada ausente, no comen, no beben, soportan el sol y temperaturas extremas, y ni espantan las moscas que los asedian.

El no entiende cómo lo consiguen, pero a todo eso lo llama "el estado de inerte espera".

Y en esas andamos por aquí. Mientras se ponen o no de acuerdo nuestros dirigentes para poder llevar a buen término pactos imposibles, pues ellos siguen paseándose calle arriba, calle abajo, cobrando cada mes un sueldo más que respetable, por las idas y venidas, claro está, haciéndose fotos en situaciones diversas, poniendo muecas de sonrisas bobaliconas, mirándose a los ojos tiernamente, regalándose libros, llamándose por teléfono, jugando a este sí a este no, pero luego quieren que los del no les digan a ellos que sí o viceversa, porque no hay quien los entienda, van de ilusión en ilusión, y de quijotada en quijotada, qué cansado debe ser todo, mientras nosotros los ciudadanos de a pie, los que tenemos que aguantar los caprichos de los que quieren ocupar los sillones y las prebendas que van incluidas en el cargo, practicamos la teoría de Kapuscinski, esa del "estado de inerte espera".

Estamos tan cansados de tanta patochada, que entornamos los ojos, nos sentamos a esperar, no los miramos, soportamos cambios de temperaturas extremas, y ya ni mostramos curiosidad por su verborrea, que nada tiene que ver con un programa efectivo y coherente para arreglar de una vez el presente en que vivimos, también hemos dejado de creer en ellos, y con la mirada ausente asistimos atónitos a los enfrentamientos de todos contra todos a lo largo de estos meses en los que se está desperdiciando un tiempo precioso para gobernar, y donde lo único que les importa no es sacar al país de la inacción, ni de la crisis, sino el reparto de cargos para colocar a los compinches que los secundan.

Todos ellos se han erigido en símbolo claro del despropósito nacional en que se ha convertido la política en nuestro país.

No sé si valdrá de algo, pero también Kapuscinski con la frase siguiente se mostró como lo que ha sido, un gran visionario: "Un pueblo desprovisto de estado, busca la salvación en los símbolos".