Por todo este desaguisado de casi tres meses sin Gobierno, y lo que falta, alguien pagará los platos rotos. Se busca una o varias víctimas políticas porque estas tensiones no salen nunca gratis. En realidad, asistimos a la composición de la foto final del proceso, en su primera parte, para no salir con el cerrojo en la mano quienes bloquearon el acuerdo. Rajoy por un lado y Pablo Iglesias por otro. A Rajoy le basta con decir que todo fue un despropósito de Pedro Sánchez porque él encabezaba el partido más votado, aunque de poco sirve su ventaja en diputados si no puede establecer alianzas para gobernar. Y está claro que no lo intentó. Iglesias lo tiene más difícil porque todos saben -y Antonio Hernando lo recuerda a diario- que boicoteó el acuerdo desde el primer minuto. Por eso traslada la responsabilidad a sus bases en una consulta sobre el pacto a tres, con PSOE y Ciudadanos, en la que ya ha advertido que si lo desautorizan, dimite. El pacto no sale adelante pero nadie quiere aparecer como responsable de haberlo dinamitado.

Así las cosas, o vamos a elecciones, salvo milagro imprevisto, o Pedro Sánchez acepta abstenerse, presionado, se supone que por Felipe González, para que gobierne el PP con Ciudadanos. Buena parte de la izquierda indignada por esa salida cargará contra el PSOE y mirará a Pablo Iglesias como cooperador necesario, sino instigador, del fiasco. Iglesias se parapetará tras el referéndum a sus bases y Sánchez sabe que acabará su recorrido. O hay milagro, o será la primera víctima de este proceso.

Pero puede haber más porque, para abstenerse y dejar gobernar al PP, puede exigir la misma condición que parece que quiere reclamar Albert Rivera: el PP gobernando sí, pero Rajoy no. El asunto es que Rajoy entonces puede dar un paso al lado con generosidad, o negarse, como parece probable, buscando elecciones para enmendar su insuficiente resultado. Con una esperanza añadida: que la suma de diputados del PP el 26 de junio -ya que es posible que crezca algo- más los de Ciudadanos -que previsiblemente subirán como reconocimiento a su esfuerzo por buscar la gobernabilidad- alcancen la mayoría suficiente para formar Gobierno sin necesidad de la cooperación pasiva del PSOE. Todo esto, y cualquier cosa hasta ahora impensable, puede suceder, porque cuando se fuerzan tanto las situaciones no se sabe por donde puede aparecer la solución.

Entretanto la economía española se debilita lentamente, en la opinión pública crece la indignación por la evasión fiscal de personalidades y empresas, como demuestran los papeles de Panamá, y el descrédito de la política y las instituciones -un fenómeno mundial y no solo español o europeo- se desborda. Los políticos siguen apareciendo con los banqueros en las últimas posiciones de cualquier encuesta de valoración de la ciudadanía. Incluso en Italia, cuando se incluyó entre las profesiones sometidas a consideración popular a mafiosos y prostitutas, quedaron por encima de los políticos porque, a juicio de la ciudadanía, "por lo menos no ocultan a lo que se dedican". Así lo afirmó en Barcelona esta semana el profesor Manuel Castells en la presentación de su último libro "De la crisis económica a la crisis política".

En España, por lo menos, dos de las principales empresas del IBEX han aportado esta semana elementos de seriedad y solvencia, lo que siempre resulta esperanzador. Telefónica al proceder a una sucesión ordenada de su máximo directivo -César Alierta deja el mando de la compañía a Álvarez Pallete- después de haber convertido la entidad en una de las empresas de telecomunicaciones más importantes del mundo. Por otro lado Iberdrola, comandada desde hace quince años por Ignacio Sánchez Galán, ha pasado a ser la primera eléctrica de Europa, la que más energía renovable produce en el mundo y la que está en mejores condiciones para seguir creciendo. Presente en cinco países -España, Escocia, Brasil, México y Estados Unidos- Iberdrola paga una alta cifra de impuestos a esos Gobiernos sin artimañas de paraísos fiscales. Sánchez Galán pidió en su Junta de Accionistas a los políticos de esos cinco países estabilidad para poder trabajar. El que quiera darse por aludido acertará.