Cuánto dura ahora lo eterno? Mientras responden a esta pregunta, probablemente ya hayan desaparecido de la faz de la tierra y hasta de la atmósfera más lejana cientos de cosas consideradas imperecederas, inmutables. Y quien dice cosas, dice certezas anímicas, ideologías, posturas éticas y un larguísimo etcétera. Esta quizás sea una de las principales características de la sociedad actual: lo cambiante, lo inestable. Antes se decía de alguien que era "un ventolero" si mudaba de opinión cada poco, si no era fiable, si se dejaba arrastrar por el primero que llegaba o el que más ofrecía. Vivimos, pues, en el Mundo de lo Ventolero, en la Era de lo Efímero. Muchas convicciones sólidas y profundas duran lo que tardan en pronunciarse o difundirse y en ser sustituidas por otras tan sólidas y profundas como las anteriores y llamadas a correr idéntica suerte. Groucho Marx fue un adelantado (tal vez no tanto) cuando dijo aquello tan supuestamente gracioso de "estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros". Frases y filosofías similares son hoy de curso legal, están a la orden del día y nadie se alarma por ello.

Ahí, precisamente ahí, reside otra de las claves de nuestra civilización y actualidad: la permisividad del dislate e, incluso, del delito; la comprensión y disculpa de lo inmoral; la aceptación del vale todo; la inclusión en la jerarquía de valores de las tragaderas y del lavarse las manos; la eliminación de la capacidad de rebelarse y de protestar? Y todo ello acompañado por la hipocresía, el fariseísmo y la tiranía de las apariencias. Estamos en el Mundo de lo Ventolero, en la Era de lo Efímero, pero también en el Reino del Trampantojo. El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define trampantojo como "trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es". Explica que la palabra deriva de "trampa ante ojo". Más claro?

El trampantojo tocable y medible alcanzó su máximo esplendor en las grandes ciudades cuando el "boom" desmedido de la construcción. Cualquier obra que se preciara tenía delante su trampantojo, esa tela, o cartón-piedra, o plástico fino que tapaba el interior y reproducía lo que iba a ser el futuro edificio, o un monumento emblemático de la ciudad, o una creación artística, genial o algo menos. Pero llegó la crisis y aquellos artefactos inmaculados, como las propias obras, fueron retirados o quedaron a merced del abandono. Ahora apenas quedan trampantojos reales. En cambio, proliferan los virtuales, los anímicos. Ahí tienen, sin ir más lejos, lo de los papeles de Panamá. Políticos, empresarios, nobles, artistas, deportistas (y alarguen la retahíla hasta donde quieran) han estado durante años y años colocando delante de nuestras narices sus propios trampantojos. Decían una cosa, hacían otra distinta y, en medio, instalaban ese aparato definido por la RAE como "trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndolo ver lo que no es", o sea "una trampa ante ojo". El truco parecía eterno, pero, claro, llegó la Era de lo Efímero y se descubrió el pastel. Es legal, aseguran los interfectos. Es verdad. No obstante tal vez eso sea lo más grave, lo más trampantojo, el mayor dolo, aunque no sea punible. Se pueden eludir impuestos, se puede sablear a los ciudadanos, se puede engañar, falsea o defraudar sin que la gente normal y ni siquiera los propios Estados posean medios para defenderse. ¿A quién va a criticar el baranda británico David Cameron si su país tiene paraísos fiscales en el Canal de la Mancha, casi en el corazón de Europa?, ¿cómo fiarse de lo que anuncie el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, si cuando era primer ministro de Luxemburgo alentó y protegió beneficios fiscales para empresas y operaciones financieras que dañaban a otras naciones europeas? Y todos alegan algo, es decir trampantojean: que si las sociedades estaban inactivas, que si no sabían, que si nunca hubo evasión de impuestos? En el fondo confían en que pase el "shock" inicial y el personal se olvide del asunto. Era de lo Efímero.

Vuelvan ahora los ojos hacia España. ¿Cuántos trampantojos nos están poniendo delante de nuestras narices algunos de los que dicen que negocian un acuerdo de Gobierno? Solo parece importarles que la gente no les eche la culpa del fracaso. Y para eso es imprescindible jugar a la apariencia, a esconder la bolita debajo del cubilete equivocado, a tapar con el engaño lo que hay detrás. Y así llevamos meses y meses, sin que sepamos lo que realmente sucede (trampantojos y más trampantojos) y sin que podamos creernos nada porque lo que se afirma ahora ya no sirve dentro de cinco minutos. Lo Efímero al Poder. Vale, pero ¿a qué Poder?