el Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana Santa. Celebramos "la entrada triunfal" de Jesús a Jerusalén pocos días antes de su crucifixión. ¿Cómo puede la gente cambiar tan rápido, de adorar a Jesús en un momento y pocos días después gritar "¡Crucifícalo!"?

"¡Bendito el que viene en el nombre del señor!". Este grito resonó a las puertas de la ciudad santa de Jerusalén y como un eco fue llevado por los chismosos de turno al palacio de Herodes. Al gobernador Pilato le informaría su policía secreta. Los dos, esta vez de acuerdo, con sorna dirían: ¡Ya tenemos otro profeta! Los signos externos que acompañan a esta extraña procesión no son de poder y fuerza, son de humildad y sencillez: un borrico, gente sencilla y niños con palmas y olivo.

Los timoratos de siempre, los entendidos y sabihondos, pretenden poner las cosas en su sitio y exigen de Jesús una reprimenda a los exaltados? Pero el mismo Jesús, que se manifiesta como el Mesías esperado, reclama el triunfo de los sencillos: "Os digo que si estos callan, gritarán las piedras". También hoy, si los cristianos callamos y no somos coherentes con nuestro testimonio de vida, anunciando la Buena Noticia de Jesús y denunciando todo lo que atenta contra la dignidad de sus hijos, gritarán las piedras.

Si Dios ha muerto identificado con las víctimas, su crucifixión se convierte en un desafío inquietante para los seguidores de Jesús. No podemos adorar al Crucificado y vivir de espaldas al sufrimiento de tantos hermanos nuestros.

La pasión según san Lucas recoge una última palabra de Jesús. A pesar de su angustia mortal, Jesús mantiene hasta el final su confianza filial en el padre. Sus palabras son ahora casi un susurro: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Nada ni nadie lo ha podido separar de Él. El padre ha estado animando con su espíritu toda su vida. Terminada su misión, Jesús lo deja todo en sus manos. El padre romperá su silencio y lo resucitará.

Esta Semana Santa vamos a celebrar en nuestras comunidades cristianas la Pasión y la muerte del señor. También podremos meditar en silencio ante Jesús crucificado ahondando en las palabras que él mismo pronunció durante su agonía. Que sepamos vivir esta semana con el señor que se hizo solidario de la humanidad sufriente y pecadora, para poder vencer y resucitar con él.