Lo más curioso es que cuando en 2004 Aznar designó a dedo a Rajoy -nada de elecciones- como su sustituto en la candidatura a la presidencia del Gobierno por el PP, a la mayoría le pareció no solo bien, sino muy bien, por delante del otro aspirante, Rato, del que no se sabían por entonces los turbios manejos económicos que ocultaba. Parecía el gallego, toda la vida dedicado a la política, el personaje más adecuado por su veteranía y la templanza que demostraba en sus actuaciones. Los comicios de aquel año fueron un fiasco para el PP a causa de la terrible matanza del 11M y Rajoy se quedó con las ganas. "Tú y tu guerra de Irak", cuentan que le recriminó a Aznar. Después, otros cuatro años de desorientada y tibia oposición, y nuevo fracaso del conspicuo candidato de la derecha.

No hubo de esperar ya otros cuatro años Rajoy, pues en 2011 el Gobierno del inepto Zapatero, humillado en todos los frentes, hubo de convocar elecciones anticipadas. Era la hora de Rajoy. Y ganó por mayoría absoluta rotunda, histórica. Todo lo tenía a su favor. No eran votos al PP sino castigo al PSOE, pero aun así se generó una gran confianza en lo que este hombre tranquilo, mesurado, por encima del bien y del mal, como los hechos pronto demostrarían, podía aportar a la hora de recuperar el pulso económico del país para salir de la crisis y acabar con el paro. Todo fueron promesas: no subiría los impuestos, no bajaría las pensiones, eliminaría los entes duplicados y gran cantidad de empresas públicas, acabaría con los gastos superfluos de dinero público y con la corrupción y, sobre todo, crearía empleo. Hizo todo lo contrario y cuatro años después, el 20D, había perdido cuatro millones de votos.

Ahora, y de cara a la repetición de las nuevas elecciones generales que es fácil prever para junio, Rajoy se empecina en volver a ser de nuevo el candidato del PP, sin querer darse cuenta de que ello significa una condena obvia a su partido, que no solo no obtendrá mejores resultados, sino que puede que los empeore, como pronostican todas las encuestas. Los líderes de los demás partidos no le aceptan en las negociaciones directas, tiene todas las puertas cerradas, es un político muy tocado, y lo que es peor, esas son las únicas sensaciones que transmite hoy día: las de un perdedor. Pero lo malo para él es que ya se le cuestiona abiertamente no solo desde su mismo ámbito político, desde su electorado, sino desde el propio partido, en el que ya han surgido los primeros brotes de rebelión. Así, el expresidente de Murcia, Garre, al declarar, sin cortarse un pelo, que ha llegado el momento en el que Rajoy debe dar un paso atrás, para bien del país y del PP, una opinión cada día más extendida entre los suyos, aunque su equipo, la cúpula, los que se juegan sus cargos y sus sueldos, echen el bofe para sostenerle.

Puede que aunque se resista y lo intente todo desesperadamente, al final la realidad y las presiones, con todo el mundo en contra, le acaben venciendo y Rajoy haya de irse a su casa. Seguramente, tampoco podrá el PP seguir gobernando, pero tendría más posibilidades si acierta con el sucesor o sucesora. Que, en todo caso, debería ser elegido en elecciones primarias y no a dedo.