Sorprende que cuando una asociación u otro tipo de colectivo organiza una manifestación, registra una petición o reivindica no sé qué derecho, alguien vea esa acción con malos ojos y espete: "Tiene una intención política". ¡Pues claro! Por eso me ha sorprendido que algunos alcaldes y dirigentes del Partido Popular hayan manifestado que la concentración que el pasado jueves organizó en Villalpando la plataforma en defensa de la sanidad pública en la zona básica de salud de Tierra Campos tenía una intención política. Todas las acciones, indistintamente de quien las protagonice, llevan incorporado ese componente: las que ejecutan los políticos pero también las que realizan otras personas en los hogares, en los centros de enseñanza, en las empresas, en los clubes de fútbol y en cualquier otro ámbito de la vida social.

La confusión tiene un origen hasta cierto punto lógico, ya que habitualmente se asocia "la política" con "lo que hacen los políticos". Esta sería una visión restringida de la política, pues estaría acotada a las actividades y, sobre todo, a las decisiones que toman quienes gestionan asuntos que afectan muy directamente a los ciudadanos: impuestos más altos o más bajos, inversiones en trenes de alta velocidad o en cercanías, apoyo a la educación pública, concertada o privada, concentración o dispersión de los recursos sanitarios, subvenciones al carbón o a las energías renovables, etc. Pero la política también existe, se disfruta o se padece en otros ámbitos de la vida cotidiana, como cuando en una familia se discute sobre la hora de salida y entrada de los hijos, el reparto de las tareas domésticas, el uso del tiempo libre, la compra de un nuevo coche o el lugar de las vacaciones de verano. Las resoluciones, que pueden ser unas u otras, ¿quién las decide: el padre, la madre, los hijos, todos? Pues cuando se debaten esas cuestiones también se está haciendo política.

Porque la política está relacionada con la gestión del poder, es decir, con hacer esto o aquello en cualquier contexto social y no solamente en las esferas que asociamos con el Gobierno, el Parlamento o la administración. Así, en una cofradía de Semana Santa, en el patio del colegio, en una relación de pareja, en un Centro de Acción Social, en una Organización No Gubernamental, en la Universidad, en la Iglesia, en un sindicato, en una empresa, en un grupo terrorista o en una secta, ¿quién decide hacer qué cosas, cuándo y de qué manera? Todas las decisiones que se toman en cualquiera de esos ámbitos tienen una clara intencionalidad política. De la misma manera que la concentración en defensa de la sanidad pública en la zona de Tierra de Campos de la que hablaba más arriba. La intención política era manifiesta. Y así tenía que ser. Porque cualquier protesta, actividad, gestión o reivindicación que pueda afectar a los ciudadanos tiene esa connotación. No verlo así es tener una concepción miope y restrictiva de la realidad social. Por eso, ¡que viva la política!