En palabras de Rubén Darío, comienzan ya a sonar en las calles los claros clarines y en el horizonte saludan a las ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, todos los aspirantes, los recién llegados a esto de la cosa política y los acomodados a sus votos desde siempre en esto de la democracia, porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos lenguas de gloria. En el horizonte zamorano parecen verse grímpolas y flámulas, estandartes, banderolas, y lábaros varios de variadas enseñas políticas y la bandera "podemil" tricolor se asoma a las sonrisas de muchos esperando un sol de madrugada. ¡Jolín!, repito ¡jolín! Bueno, pues a unas horas solamente del 20 de enero de 2016, año para la historia, con resultados definitivos, pero sin acuerdos, se va a concretar el asalto desesperado a los escaños tras una dura evangelización civil de la población por parte de los aspirantes. Y tras escaramuzas varias por parte de todos los implicados.

Hemos visto a Maíllo como haciendo genuflexiones preparatorias en las lindes y bandas del hemiciclo y a Braulio Llamero en Zamora paseando por San Torcuato y Santa Clara con sonrisa entrecana como quien no quiere la cosa. El horizonte se perfila preñado de esperanzas. Tal vez se pierda la atonía gubernamental, dicen unos, o tal vez se desencadene la de Dios es Cristo, según los otros, porque en estos momentos aciagos se ignora quiénes serán los que puedan gobernar el país. En Valladolid se sigue esperando y soñando con renacer con fuerza en el camino empezado y terminar el asfaltado de su actual recorrido pedregoso. ¡caramba con Juan Vicente Herrera!, cuya cara a muchos resulta a ratos cansina.

Reconozcámoslo: las crisis económicas aquí siempre han nacido de unas grandes crisis agrarias. Así es como hay que reconocer que si queremos prosperidad habrá que lograr un aire respirable de verdad incontaminado, una naturaleza coherente en lo verde y más salud y tiempo libre para todos, sin caer en las utopías populistas.

La violencia que irrita, aunque se quiera justificar aduciendo alguna causa psicológica en el atacante, debe ser punible a todos los efectos aun cuando el agraviado Rajoy no quiera darle públicamente importancia al puñetazo de Pontevedra hecho en campaña electoral; es un decir, ¿en otras circunstancias y con otros protagonistas, hubiera sido igual? Cada uno debe asumir las consecuencias de sus actos. Crece el número de desquiciados por unas causas u otras y ¡así nos va yendo! Acabaremos considerando que un crimen pasional, del tipo que sea, es menos crimen a causa de la pasión. Truman Capote se quedaría sin argumentos para describir sus aventuras novelísticas o dramáticas. Hay quien se vuelve violento porque "se aburre" y con eso nos conformamos, aunque no todos. ¡Carambola, qué país!