Las cosas se están sucediendo tan deprisa, a velocidad de vértigo, sin solución de continuidad, que todo puede cambiar y cambia no ya en cuestión de días, sino de horas, como ocurrió el pasado viernes con la renuncia de Rajoy, por el momento, a la sesión de investidura y el ofrecimiento de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez para formar un Gobierno en el que estaría también IU, y del que el líder de Podemos habría de ser vicepresidente. De modo que cuanto se comente al respecto, en la calle y en los medios, no pueden ser más que meras conjetura, especulaciones variables y voluntarismo. Aunque si hubiese apuestas en política, como en el fútbol, parece obvio que estarían a favor de la entente PSOE-Podemos.

Sin embargo, no es tan fácil el asunto, y precisamente por ello el PP espera que Sánchez fracase en su intento de investidura y entonces pueda ser Rajoy quien tenga la oportunidad, o bien en coalición con los socialistas o con su abstención. Porque parte de la cuestión no solo está en el PP, el PSOE, y Podemos, sino en los demás, en los otros, que salvo Ciudadanos, parecen invisibles, pero no lo son, están ahí, con sus votos, acechando y amagando de cara a sus intereses políticos. Cierto que Rajoy no cuenta con nadie salvo los dos escaños de los nacionalistas navarros y canarios. Tan poco que no es nada cuando se está muy lejos de la mayoría absoluta y sin garantizar siquiera la simple, incluso contando con Ciudadanos.

Que a saber, porque los de Rivera siguen pasando por todas las fases y saltando de una a otra posibilidad según el momento y las circunstancias. De repetir en campaña que nunca sería el sostén de Rajoy pasó a intermediar por un acuerdo PP-PSOE-Ciudadanos. Luego, volvió a posicionarse en la abstención y en la leal oposición, sin pactos ni con unos ni con otros. Ahora lo mismo, aunque parece que empieza a mirar de soslayo hacia el centroizquierda, una alianza PSOE-Ciudadanos como una solución para evitar que Podemos pueda usar el referéndum independentista catalán más adelante y chantajear a Sánchez sobre algo que ni es negociable ni está en discusión: la unidad de España No sería una mala solución teórica, pero resulta remota pues salvo causas mayores y sombrías lo más fácil parece -solo parece- que Sánchez e Iglesias escenifiquen el acuerdo para una investidura que puede ser como una cita a ciegas. Y un acuerdo al que se sumase Rivera resultaría excepcional.

Para cualquiera de estas posibilidades habrá que contar también con los otros, con los demás partidos con representación parlamentaria. PNV, Ezquerra, DL y CDC podrían apoyar un Gobierno de izquierdas. O abstenerse, sencillamente, lo que sería suficiente para la mayoría simple. Para otra solución, como un hipotético pacto entre Sánchez y Rivera los votos de los demás serían definitivos a favor o en contra. Lo cual, a su vez, podría suponer una oportunidad para el PP o el último recurso: repetir las elecciones generales. Tienen pues un importante papel los otros grupos del Congreso, que por invisibles que parezcan, son y están. Aunque todo esto no sea otra cosa que marear la perdiz.