Este año, el espíritu navideño ha durado menos que la armonía familiar en las cenas de Nochebuena. El 24 de diciembre por la mañana, los líderes y cachicanes de los partidos políticos y coaliciones todavía repartían estacazos dialécticos derivados de los resultados del 20-D y de los posibles pactos, contrapactos y recontrapactos lanzados a boleo por globosonderos, filtradores, opinadores, tertulianos y demás fauna ibérica autóctona. En la madrugada del 25, o sea menos de 24 horas después, los zurriagazos se repetían con motivo de las valoraciones del discurso de Felipe VI y las interpretaciones y conclusiones de cada cual, encajaran o no con lo dicho por el monarca. Esos análisis, claro, entraban de lleno, bien tácita bien explícitamente, en la batalla por la futura investidura de don Quien Sea como presidente del Gobierno de España. O sea, que lo del mundialmente famoso espíritu navideño, ese remanso de paz, generosidad, filantropía y buenos deseos, quedó reducido a la tarde-noche del 24, es decir a lo mínimo imprescindible. Ha sido, por tanto, una primera fase de la Navidad rara. Ya veremos qué nos depara el cambio de año y la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar, que, la verdad, o son muy magos o lo tienen complicadísimo para mejorar el panorama. A estas alturas, con lo de ser rey ya no basta.

Tampoco bastó con el sorteo de la lotería. Otros años, sus repercusiones duraban días. Esta vez, apenas unas horas. El 23 ya habían desaparecido de telediarios y conversaciones. ¿Y quién o qué las había sustituido? La política, hombre, la política. Se lo oí el miércoles a una anciana en Fuentesaúco. "A este paso -dijo- todos vamos a ser políticos". Zanjaba así un intercambio de pareceres, tranquilo, eso sí, en la cola de una frutería sobre resultados electorales, diálogo, pactos y, especialmente, esos temores desasosegantes resumidos en "qué va a pasar" y "qué van a hacer con nosotros". Hay mucha inquietud; solo basta con poner el oído en cualquier charla. Es verdad lo de la señora saucana: nunca se había hablado tanto de política entre el ciudadano de a pie y nunca, al menos en los últimos lustros, habían aflorado tan a la superficie inquietudes e incertidumbres. Y eso que muchísima gente comienza a resignarse ante la posibilidad de volver a las urnas antes de verano.

¿Repetir los comicios en tres o cuatro meses? Nadie parece quererlo, pero da la impresión de que todos (o casi) maniobran para que se produzca. De lo contrario, no se explican las atrabiliarias y excluyentes "líneas rojas" lanzadas o impuestas por algunas formaciones. ¿Hay ganas de entenderse? Parece que, en bastantes casos, no. Las posiciones están muy alejadas y, además, pesa un pasado al que es muy difícil sustraerse. Por ejemplo: el PP reclama ahora diálogo, amplitud de miras y responsabilidad a los demás cuando ha sido incapaz en cuatro años (y en los cuatro finales de Aznar) de negociar con nadie y de aceptar ni una sola iniciativa de la oposición; cuando fue incapaz de abrazar esa misma "responsabilidad" en los largos meses que estuvo en vilo la formación del gobierno andaluz. Quizás debiera empezar por pedir disculpas y por comprometerse a no despreciar tanto y tan seguido al resto cuando dispone de mayoría absoluta. Ese sería un primer paso necesario para abrir una vía de acuerdos que, hoy por hoy, se antoja muy difícil. Tan difícil como ese desconcertante "pacto de izquierdas" que proponen algunos como alternativa a una reelección de Rajoy. ¿Pacto de izquierdas entre quién?, ¿PSOE, los cuatro grupos de Podemos, ERC, IU, Bildu? Ni el que asó la manteca. Sería el suicidio del PSOE. Y para muchos militantes y simpatizantes socialistas también equivaldría a hacerse el haraquiri un acuerdo con un PP que no ha entonado el mea culpa por la corrupción y que sigue careciendo de la cintura política necesaria para admitir que los demás también pueden tener razón alguna vez.

¿Y entonces?, se preguntarán ustedes. Pues eso, que todo parece indicar que habrá nuevas elecciones? salvo que Europa, los poderes financieros y la realidad económica pesen más que ideologías, tácticas y estrategias. Tampoco hay que rasgarse las vestiduras y ponerse a rezar por volver a las urnas. Ha pasado en muchos países y ahí siguen. Y ahí sigue Italia que ha tenido gobiernos pentapartitos y un gobierno presidido por un independiente (al que parece aspirar Podemos) que no pasó por las urnas. Y ahí sigue Bélgica, que ha llegado a estar un año sin gobierno. O sea, que tranquilidad y nada de que aquí somos diferentes.

Nos aguardan días densos, tensos e inciertos. Confiemos en la madurez, sensatez y sentido común de nuestros representantes. ¿Es mucho confiar? Pues, depende, don Onesíforo, depende. Veremos.