No soy yo quien para enmendarle la plana a un periodista consagrado como es Manuel Campo Vidal. Pero, en un país como el nuestro actualmente, donde hay libertad de opinión, de expresión y algunas otras, nadie puede impedir que yo manifieste mi opinión, si hay un medio que me da la facilidad de exponerla. Y, en mi pobre opinión, las próximas elecciones, dadas todas las circunstancias del panorama actual, no deben ser ni tan problemáticas como es una lotería ni tan difíciles como se dice con mucha insistencia. Si se utilizase el sentido común, ninguna dificultad impediría predecir el resultado de estas elecciones generales.

Utilizando el razonamiento que proporciona el sentido común -en no suponerlo se halla la perplejidad- precisamente estas elecciones estarían "cantadas". La historia no es larga: bastan cuatro años, los cuatro años pasados. El punto de partida de esta breve historia es clarísimo: una ruina casi total, que ponía a España en trance de quiebra, como se pregonaba dentro y fuera de ella: dentro se aconsejaba, desde los simpatizantes del Gobierno y sobre todo desde los distintos sectores de la oposición, que se apelara al "rescate"; desde fuera, en toda Europa se pronosticaba que era la única solución para nuestra patria: acudir al auxilio que remedió a Irlanda y -casi- a Grecia. A unos y otros resultaba muy extraño que el señor presidente del Gobierno de España no pidiera ese rescate. Su resistencia nos salvó de incurrir en una deuda mayor que la existente y, por tanto, de someternos a unos intereses más onerosos que los actuales; y estos ya son costosísimos.

Han sido cuatro años muy duros; el Ministerio de Hacienda recurrió a una subida de algunos impuestos y a la rebaja de algunas retribuciones o estancamiento de algunos emolumentos. Esa medida ha impuesto a los españoles un sacrificio notable; pero era de todo punto necesario y la prueba nos la ha facilitado Grecia, donde el primer rescate no fue acompañado de sacrificios para los griegos; y ya veremos qué pasa con las sucesivas ayudas que Europa les ha dispensado. Las recientes manifestaciones del Gobierno (del mismo señor presidente, tan poco dado al triunfalismo, y la de otros miembros del Ejecutivo) nos dicen insistentemente que el sacrificio ha merecido la pena y que la situación actual, sin ser por completo de bonanza absoluta, parece de franca aproximación a la salida del túnel. Y fuera del Gobierno se advierte una clarísima mejoría de la confianza en los inversores posibles y una mejoría real en el comportamiento de los consumidores. Dicho de otra manera: estamos mejor y nuestra situación va por el buen camino.

"Ir por el buen camino" significa que, sin llegar a la meta, es acertada la dirección tomada. Sin recurrir a la ironía utilizada por alguno de los afines al partido gobernante, podemos decir que tenemos algún dinero -frente a la ruina de 2011-; sin llegar a poseer tanto que se pueda disponer del necesario para facilitar "el gasto de otro Zapatero". Esta situación o dirección acertada puede considerarse como algo positivo.

Por otro lado -y esto puede eliminar la duda- se encuentra la actitud de toda la oposición: sin excepción, aspiran a "despedir a Rajoy". Dicho en román paladino: su afán es hundir al partido gobernante. Lo cual quiere decir que la única posibilidad que tiene el Gobierno actual de seguir enderezando la pésima situación que encontró hace cuatro años es obtener la mayoría absoluta en las elecciones para no necesitar de coaliciones, que ningún partido de la oposición dice estar dispuesto a darle a ese partido. Para mí queda clara la postura que deberá adoptarse en las próximas elecciones generales: Si utilizamos el sentido común -ante la situación actual expuesta- y nos interesa el bien de España, hay que votar a favor de la continuidad por la dirección acertada en que nos encontramos; otra cosa sería dirigirnos hacia atrás para llegar a la desastrosa situación del año 2011. Señor Campo Vidal: en la lotería, nada podemos hacer contra la suerte; en estas elecciones, podemos saber cuál es la actitud de los españoles para obtener el premio gordo: poner los medios para salir de la tan llamada "crisis". No es razonable, por dar al señor Rajoy un puntapié, darlo en el interés de España.