Como en el cuento infantil, Albert Rivera, el líder y candidato de Ciudadanos a la presidencia del Gobierno de la nación, acostumbra a ir dejando piedras en su camino que sirvan de pista para orientar sobre sus posturas y las de su partido, orientaciones que lo obligan a ser mantenidas, pase lo que pase el 20D, si quiere que el personal le siga tomando en serio como hasta ahora. Ahí, bien cerca, tiene el ejemplo de lo que le ocurre a Rajoy con sus promesas incumplidas, que difícil tiene las cosas para renovar por mucho que al fin se haya decidido a alzar la voz poniendo en su sitio a los patéticos separatistas catalanes.

Hoy una cosa, mañana otra, pistas, señas y guiños, Ciudadanos adelanta así, a base de titulares para los medios, lo que será su programa electoral. Ya se sabe que esos programas nadie les lee. Luego es una buena fórmula. Lo más difícil para Rivera será, con todo, precisar su espacio, demostrar que no es la marca blanca del PP, situarse justo en el centro equidistante y confiable. Bastantes de sus condiciones, tanto generales como específicas, ya son conocidas y gustan a mucha gente: regeneración democrática total, lucha sin tregua contra la corrupción, reforma de la ley electoral con listas abiertas, elecciones primarias en todos los partidos, desaparición del inútil Senado, y otras más.

Pero hay otras más concretas y personales: no apoyará una investidura de Rajoy, solo estará en un Gobierno, si lo preside y no será vicepresidente de Pedro Sánchez, aunque Ciudadanos pueda estar al lado del PSOE, o del PP, en asuntos puntuales. Y más, que realmente se resumen en una sola: sale a ganar y va a por todas, aunque otra cosa es que lo consiga, claro. Muchos electores ven ya en Rivera a un nuevo Adolfo Suárez, a Ciudadanos como la nueva UCD, y al fin del bipartidismo como una segunda transición. En todo caso, su segundo o tercer puesto está asegurado, con un Podemos muy limitado, y a Rivera le corresponderá en todo caso ser el árbitro de la cuestión decidiendo el Gobierno de la próxima legislatura. O no, inhibiéndose, lo que no parece muy probable pues ello daría paso a una breve legislatura.

Ahí está lo ocurrido en Portugal donde el centroderecha ganador, el más votado, ha durado 11 días para sucumbir ante la unión de los partidos de izquierda: socialistas, comunistas, los Podemos lusos, y los verdes, que suman mayoría. Lo que por cierto parece que anima al PSOE de Sánchez a pensar en otras fórmulas posibles, si los resultados permitiesen un frente común y no se materializase un pacto entre PP y Ciudadanos. Pero sería muy difícil, igualmente, dado el estancamiento o la leve mejoría del partido de Pablo Iglesias así como la escasa representación de IU y de los nacionalistas radicales que prevén las encuestas, y sobre todo la habitual desunión de la izquierda.

Así que se llegará al 20 de diciembre con las opciones abiertas y esperadas: o entente entre los conservadores, con o sin Rajoy, y Ciudadanos, o unión de Ciudadanos con el PSOE, aunque en ninguno de los casos estuviese Rivera en el Gobierno. Y lo mismo con Rivera de presidente. Una situación con la que se va a llegar al día de las elecciones, lo que hace que lo más importante venga después.