En una sociedad perpleja y desorientada como la española en la actualidad ¿cuáles son las necesidades más perentorias? En primer lugar recuperar la confianza en sí misma. Esto tiene un origen, en mi opinión bastante claro, empezó inmediatamente después de los atentados del 11 de marzo de 2004 en el que el Gobierno faltó a la verdad, la gente se dio cuenta de que se mentía deliberadamente, los más comprensivos también se percataron de que no vivía en el ámbito de la verdad y los más acomodaticios sugerían que el Gobierno tenía la pretensión de decir la verdad, pero que por razones de eficacia se ocultaba.

Los españoles notaban las faltas, las deficiencias, las dudas, los problemas y las dificultades para expresar todo lo que estaba sucediendo. Fue una actitud muy extraña, incluso parecía imposible que el presidente llamara personalmente a los directores de periódicos nacionales para decirles que "estaba convencido de que era ETA la autora de los atentados" y que la ministra de Asuntos Exteriores, Ana de Palacio, presionara con el mismo fin a los cónsules y diplomáticos españoles en el extranjero para que informaran a los Gobiernos de los países en que estaban representados.

Esas actitudes se defendieron con tal fanatismo que la verdad no se admitía. Retrospectivamente uno se sorprende que se admitieran tesis contrarias a la verdad. Se temía que la verdad destruyera su propia realidad. La consecuencia de todo aquello es que hubo personas que todavía están descontentas de sí mismas, aunque lo disimulen a fuerza de jactancia, de orgullo, de exhibiciones o de declaraciones esporádicamente ruidosas.

Quizá ustedes piensen que yo creo que el Partido Popular deseaba ganar las elecciones solo por el puro placer de mandar, sinceramente creo que también lo pretendía para hacer el bien común. Pero al faltar a la verdad se produjo una profunda desorientación en la sociedad, lo cual es gravísimo, porque todavía no se ha salido de ella porque se creó una situación en la cual los españoles querían tomarse la revancha, fueron conscientes de ello y lo hicieron.

En unas declaraciones que leí del presidente de la República Checa, Václav Havel, hace unos años, decía: "La política contiene un sinnúmero de tentaciones peligrosas, si uno se entrega a ellas, efectivamente puede deformarlo". Pero esas tentaciones solo le suceden a quienes no entienden la política como un servicio que nace de la ética. La desmoralización que sufrimos los españoles respecto al comportamiento del Partido Popular, ha aflorado en algunos sectores de la sociedad trufada de agresividad como hemos visto en numerosas ocasiones. Los españoles tenemos la sensación de que estamos viviendo una pesadilla llena de embusteros y nuevos ricos, tipo mafia. Esas personas enriquecidas y aupadas a las esferas del poder democrático han llegado tan lejos porque nadie les podía poner ante su propio espejo.

El Gobierno salido de las urnas hace cuatro años se acostumbró a ejercer el poder limitando el de los demás, en su mayoría eran gentes surgidas de la antigua Administración que se acoplaron sin apenas disimulo en el poder político y ejercieron el control de los medios de comunicación sin entender los problemas que se creaban y las reacciones que provocaban. Ahora la crispación está al límite y hay que buscar el apoyo de los adversarios políticos que han estado diciéndole al presidente: "Usted se confunde, nosotros no somos su enemigo, no nos coloque en el lado equivocado".