La inauguración de un nuevo espacio dedicado a la cultura siempre es motivo de satisfacción, y por tanto digno de ser resaltado. Ese es el caso de una bombonera, dedicada al teatro, que contando con 670 localidades distribuidas en tres plantas y una platea en forma de herradura al estilo italiano, con una decoración de inspiración árabe, ha sido reinaugurada hace unos días en Madrid. Se trata del Teatro de la Comedia, ubicado en pleno centro urbano, en el que se han empleado cinco años y 21 millones de euros para reconstruirlo y ponerlo al día con mayores espacios y sofisticados medios. Y se ha re-estrenado, el pasado el 16 de octubre, con la participación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, fundada por Adolfo Marsillach hace 30 años, que ha puesto en escena una de las obras más representadas y también más representativas de nuestro teatro clásico, "El alcalde de Zalamea". Una función en la que, a lo largo de los años, participaron grandes mitos de nuestra escena como Guillermo Marín, Carlos Lemos, Fernando Delgado, José María Prada, Fernando Fernán Gómez, Jesús Puente y José Sancho, con montajes de directores como José Luis Alonso o Gustavo Pérez Puig. Es ahora Carmelo Gómez quien encarna a Pedro Crespo, el mítico alcalde que defiende su honor, ante el rey, y hace ejecutar al desalmado capitán don Álvaro de Ataide, después de ser juzgado por el mismo en su calidad de alcalde, pero sin renunciar a su condición de campesino. Cuenta también con la salmantina Helena Pimenta -Premio Nacional de Teatro- como encargada para dirigir la función.

Aunque dedicado fundamentalmente al cine, Carmelo Gómez, hace solo unos meses, decidió abandonar ese sector -donde, según él, abundan los diletantes- para dedicarse solo al teatro, y este es su primer trabajo, tras esa tajante decisión. Se nota la crisis en el escueto montaje de la escenografía, ya que un simple muro de fondo y dos bancadas laterales conforman todo el decorado utilizado. No ayuda mucho al espectador a situarse en el contexto de la función el poco afinado casting, puesto que dos de los más importantes personajes, Isabel y Juan, los hijos de Carmelo en la ficción -interpretados por Nuria Gallardo y Rafa Castejón- vienen a ser, más o menos, de la misma quinta que el "alcalde", por lo que, más bien, parecen hermanos que hijos del regidor de Zalamea. Cabe destacar el excelente diseño del vestuario y la interpretación de piezas de música barroca, a base de jácaras y folías, acompañadas de vihuela y tambor, así como la notable presencia de Carmelo Gómez en cada minuto de la función.

Por lo demás, a diferencia de otras representaciones, la versión que ha hecho el joven Álvaro Tato permite seguir el verso con cierta comodidad, a pesar del innecesario tono que se ha empeñado la directora en dar a determinados personajes, aproximándolos peligrosamente a la sobreactuación. Con saltos de lo trágico a lo cómico, de la justicia a la injusticia, del poder civil al poder militar, transcurre la trama de esta joya del Siglo de Oro español, que escribió y estrenó Calderón de la Barca en el siglo XVII, en la que el insigne escritor puso especial énfasis en asociar la justicia a la rebelión y la dignidad a la virtud.

Lo importante de este acontecimiento es que un "nuevo" espacio ha venido a unirse a la amplia red de teatros de la ciudad de Madrid: un teatro especializado en "clásico", que pone a la capital de España al mismo nivel que otras ciudades europeas, como París o Londres. Esta nueva versión de la, quizás, mejor obra de Calderón podrá verse en el nuevo Teatro de la Comedia hasta el 20 de diciembre; después hará una gira por España donde, de momento, no está previsto hacer un alto en Zamora. Porque claro, para que eso pudiera llegar a suceder habría que contar con una sala adecuada, y el Ramos Carrión no parece tener mucha prisa en abrir sus puertas a representaciones teatrales. Mientras tanto habrá que seguir viajando para poder ver estas funciones.