Que sí, que yo también quiero un piano por dos reales y que me traigan el sueldo a casa sin dar un palo al agua y que me llenen el frigorífico y viajar por el mundo a gastos pagos y, como soy ahorradora, que todo lo que gane acabe en la cartilla para que crezca y crezca sin que el banco me cobre las temidas comisiones que cobran hasta por respirar. Pero no. Cuando el programa de Podemos sale a la luz, no es para darle en el colodrillo a la banca, que también, ni acabar con las prerrogativas de los suministradores de la luz y el calor nuestro de cada día. Cuando el programa de Podemos se hace público es para descubrir su propuesta de una amplia batería de impuestos, entre subidas y creación de nuevas tasas. Y todo ¿para qué? Dicen los podemitas que para costear el amplio programa social del partido de Pablo Iglesias que, todo hay que decirlo, también contempla importantes bajadas del Iva en alimentos, electricidad, gas, calefacción y productos culturales y escolares.

Si para conseguir todo eso, primero tiene que rascarnos el bolsillo a los españoles, mejor que dejen las cosas como están, mejorándolas sin más alharacas propagandistas. Desde la oposición se habla bien. Una vez que se llega al Gobierno es otra cosa. Ya lo dice el refrán, sabio, como todos esos auténticos sacos de verdades contenidos en el refranero español, también llamados Evangelios chicos, perdón, a lo mejor por sus connotaciones religiosas no debería haberlo reconocido así, no me daba cuenta. Una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo. Y cuando el trigo es el que es, ya puede usted estirar la cosecha todo lo que quiera, el trigo seguirá siendo el mismo, claro, salvo que puteen a los españoles con nuevos impuestos disfrazados de vaya usted a saber qué.

No me creo nada de lo que dicen y prometen. Me creo lo que veo en el día a día. Me creo los esfuerzos que han sido cosa de todos los españoles, los que trabajaban y los que no, por evitar que España sucumbiera e hipotecara su presente y su futuro a los designios de la UE. Lo demás encierra dosis impropias de demagogia que buena parte de los ciudadanos advierten, como lo advierten allende los Pirineos nuestros comunes europeos. No puedo creer a un señor y en un señor que con su actitud y su desconexión pone en tela de juicio la unidad de España. De un señor que es amigo, no ya de Bildu, sino directamente de Eta, quizá porque de casta le viene. De un señor con ideas peregrinas más cercanas a las de Nicolás Maduro en Venezuela que a las de Txipras en Grecia, por mucho que blasonen de amistad. No me convencen. Hacen planteamientos difíciles de creer. Lo mejor de sus propuestas: la reducción de hasta 11 puntos en el Iva del recibo de la luz. Solo que no saben cómo lo harán ni si podrán hacerlo. De palabras ya no vivimos los ciudadanos españoles, vengan de quien vengan. Hechos queremos ver, obras que son amores y dejarse de buenas y laudables razones que solo eso son.