Tal como era previsible la irresponsabilidad de Artur Mas, con la colaboración de otros, rompió en dos a Cataluña, fracturándola socialmente, lo que incrementa el momento intenso de la política. Esta situación se une a cuatro años de desgobierno de la derecha española, que lejos de enfrentarse a los problemas territoriales los ha agravado, de la misma forma en que ha mermado los derechos de la ciudadanía, aumentando las desigualdades reduciendo las garantías sociales. Esta situación exige una reacción contundente y eficaz de quienes deseen cambiar el rumbo de las políticas de nuestro país. Y es que el papel y la función de la política y por lo tanto de los políticos, en democracia, es hacerse cargo de los problemas de los ciudadanos e intentar solucionarlos. Y no crearlos.

Se acercan acontecimientos muy importantes que concretarán, o deberían especificar, para muchos años el modelo de sociedad que nuestro país necesita. Es preciso reconstruir la unidad en Cataluña y articular a través de la reforma constitucional una mejor unidad de España.

Tuve ocasión de participar intensamente, antes y después de la muerte del general Franco, en la Transición española que comenzó con los llamados Pactos de la Moncloa, en momentos muy complicados, para concluir con la importante contribución en la construcción de la Constitución de 1978. Con el apoyo electoral al PSOE de 202 diputados en las elecciones legislativas de octubre de 1982 se consolidó la democracia, pero también se recibió el mandato más amplio que los españoles, transformados en ciudadanos de pleno derecho, hayan otorgado a una formación política con el fin de modernizar nuestro país, integrarlo en Europa, y pasar a ser alguien en el ámbito internacional, colocando a España en el lugar donde le correspondía.

De la Constitución se ha escrito y debatido intensamente dentro y fuera de España. y con cierta admiración, muchos se han preguntado cómo se pudo llegar al sorprendente consenso entre posiciones ideológica y políticamente tan enfrentadas. Aun así fuimos capaces. Su base se asentaba en el diálogo como forma de actuación política. Este sistema permitió construir la llamada Transición que puso las bases para conjurar los enemigos internos -el golpismo, la destrucción institucional y los errores de entendimiento en la historia española-, creando así un modelo pacífico de transitar de una situación autocrática a un estado democrático, que sirvió no solo para España, también para otros países. En definitiva, la Constitución del 78 ha cumplido con creces las mejores expectativas.

Uno de los acuerdos más difíciles, por su complejidad, fue el debate sobre el Título VIII de la Constitución, que trata de la Organización Territorial del Estado, que permitió trasformar España de un estado radicalmente centralista en un estado descentralizado, no solo administrativa, sino también, y sobre todo, políticamente. De esta forma España se convirtió en el llamado Estado de las Autonomías, un estado cuasi federal, como así se ha demostrado.

Hay que reconocer que el proyecto que proponía la Constitución fue, como decían algunos, una tarea de "ingeniería política" y que tuvo un itinerario muy complicado, en el que sobrevinieron muchos y graves sucesos, algunos conocidos y otros menos, como el hundimiento y desaparición de uno de los partidos partícipes, con el PSOE, en la construcción democrática, como fue la UCD, y, desde luego, el 23F, por señalar algunos.

Durante estos casi cuarenta años, nadie puede negar el cambio y transformación positiva de nuestro país dentro y fuera de España, por lo que nos sentimos satisfechos, fundamentalmente, por haber sido un quehacer de la inmensa mayoría de los ciudadanos que así lo decidieron.

Reconocer esta evolución no nos debe engañar y hacer que nos durmamos en los laureles. Hay que analizar con rigor el escenario actual en el que nos hallamos, por lo que es necesario hablar con total claridad, en relación a la situación social, económica y política. Hay que abrir un debate público que nos permita elaborar nuevos proyectos y quizá nuevas herramientas que den respuesta a los problemas con los que se enfrentará la sociedad española los próximos cuarenta años.

Entre los escenarios a los que tenemos que enfrentarnos, además de la crisis económica que ha reducido el bienestar y frustrado las esperanzas de tantas personas, está la cohesión territorial. Para lo que es necesario el compromiso, la reforma y lealtad constitucional.

Esta reforma exige hacerla con la participación de todos, para que nos sintamos cómodos, que mejore nuestro sistema democrático, la garantía de derechos y libertades y el perfeccionamiento federal de nuestro Estado.

La pregunta ineludible que tenemos que hacer todos los españoles: si fuimos capaces de ponernos de acuerdo en situaciones tan difíciles, hace cuarenta años y con partidos tan diferentes y distantes y una sociedad tan desvertebrada ¿Por qué no lo podemos hacer ahora?