Había anunciado el Gobierno, ya en campaña electoral, aunque aún queden tres meses para las elecciones generales, que este verano iba a bajar la luz, y aunque a Rajoy ya no le cree nadie, por supuesto, se esperaba que algo se notase en la factura, aun teniendo en cuenta como el consumo disminuye en los meses de calor, pese a los aires acondicionados y ventiladores. Pero, que si quieres, porque el recibo de la electricidad sigue siendo poco más o menos igual. Igual de carísimo, se entiende.

Pero si sorpresas no hay en este sentido, sí que se ha registrado alguna novedad, como que se vuelve a pagar de forma mensual, abandonando otra vez la vieja fórmula bimensual, quizá porque parece que todavía encarece más el producto. Para algunos usuarios, mejor así, y para otros, lo contrario, aunque es evidente que ni Gobierno ni compañías eléctricas se preocupan por saber las preferencias de los consumidores y hacen lo que a ellos más les conviene por una u otra razón. Se paga menos, de esta manera, pero para hacer la comparación hay que sumar dos recibos. En cuanto a esa rebaja anunciada tan reiteradamente por el ministro de Industria, debe ser tan leve, que apenas se percibe.

En esto, como en todo, la vida sigue igual. Y la guerra de la luz, lo mismo. Las empresas argumentan que la mayor parte, el 60 por ciento, de lo que el cliente paga son impuestos del Gobierno, y al respecto no hace mucho que llevaron a cabo una intensa campaña de publicidad en la que se informaba claramente de que el costo del kilovatio no representaba ni siquiera la mitad del importe total y que el resto de lo que se facturaba no eran otra cosa que tasas, tributos, y ayudas diversas, con lo que se financiaban las energías renovables. Más tarde, economistas y expertos aseguraron que no, que los impuestos gubernamentales al consumo eléctrico no eran del 60 sino del 75 por ciento. Dándose el hecho de que algo tan básico como la luz -y el gas- pague el IVA de los productos de lujo, un 21 por ciento. Y desde luego, que todas estas explicaciones, se las cree la gente, esa que llega a casa tras las vacaciones, y se encuentra con una recibo similar de siempre, pese a haber estado fuera y estar la vivienda deshabitada.

Entre todos la mataron y ella solo se murió. Se echan las culpas unos a otros, en amor y compañía, mientras las empresas de electricidad resulta que siguen ganando miles de millones, como los bancos, esos bancos a los que se rescató de la quiebra pagando todos los españoles. Pero el hecho cierto es que en los últimos diez años la luz ha subido el 80 por ciento, mientras el poder adquisitivo de los ciudadanos no solo no ha subido nada sino que ha bajado notoriamente. España, uno de los países donde los salarios y pensiones son menores, es sin embargo el cuarto país europeo con la electricidad más cara. Y si solo fuera la luz. Porque lo mismo ocurre con otros servicios básicos, como la telefonía.