Ante la apertura de relaciones diplomáticas entre EE. UU y Cuba, sería inaceptable esconder la deplorable situación de los derechos humanos que a día de hoy se mantiene en Cuba. Pero también sería absurdo no reconocer que este restablecimiento de relaciones diplomáticas, en el que tan decisiva ha sido la mediación de la Santa Sede, puede favorecer pasos concretos, indispensables para el futuro de la población cubana.

Es preciso mirar lo que está sucediendo hoy, pero también los cimientos que se pueden poner para el escenario que se abrirá cuando la tiranía de los hermanos Castro ya sea historia. Y en este medio-largo plazo es en el que se deben emplear a fondo los países democráticos, especialmente Estados Unidos y los países europeos, como España, que mantienen estrechas vinculaciones con Cuba, para ponerse a remar todos juntos en la transición hacia la libertad, que es, estoy seguro, lo que verdaderamente desean la mayoría de los cubanos.