Nunca he entendido que los más ricos del país no sean sus agricultores y sus ganaderos. Son los que nos dan de comer. Los demás, haremos cosas muy chulas, con mucho "valor añadido", pero si no hay nada en la nevera ya me dirán para qué sirve eso tan chulo que hacemos. ¿Para qué sirven mis libros o mis artículos, si no hay nada que llevarse a la boca? ¿Para qué sirve un banquero o un informático o un fontanero o un fabricante de coches si un día deja de haber alimentos? Todo lo que hacemos puede ser útil, muy importante, estupendo, pero al lado de la producción de alimentos irremediablemente palidece. Lo primero, lo más protegido, lo primordial tendría que ser cuanto se refiera a la alimentación. Los agricultores y ganaderos deberían de ser, por definición, nuestra "aristocracia" social; los señores del pan, los marqueses de la fruta, los duques de la pocilga, el establo y la granja. Deberíamos inclinarnos ante ellos, tenerlos en palmitas, atentos a sus deseos. Porque a mí me salga un libro torcido, no pasa nada; pero ay de nosotros si la cosecha viene mal dada o a las vacas se vuelven locas y dan leche rara. Si nos quedamos sin bancos, ya inventaremos formas mejores de proteger el dinero; pero pobres de nosotros como dejen de sembrar los agricultores o como los ganaderos se nieguen a seguir cuidando el ganado, noche y día, 365 días de cada año, sin fiestas ni vacaciones.

Y sin embargo, ser agricultor o ganadero en este país es una birria, una ruina, un sin vivir de escasas compensaciones. Como hijo de agricultor que fui, lo digo. Nunca he podido entender que viva mejor el intermediario que vende las patatas que el agricultor que las siembre, las abona, la riega y las cosecha. No me entra en la cabeza que gane más dinero el que envasa y vende la leche, que el ganadero que tiene las vacas, las alimenta, las cuida y las ordeña. Algo por fuerza va mal en un sistema que funciona de esa manera, al revés del sentido común. ¿Eso es simple producto de la ley del mercado y del triunfo de la libre competencia? Que me lo expliquen con gráficos, que soy de letras y torpe para los números. En un mercado de libre competencia digo yo que los que se forrarían son quienes producen lo más necesario, lo que nos es imprescindible a todos, lo más básico para la vida. Si la ley del mercado fuese esa cosa automática y perfecta que nos cuentan, las tierras serían más valiosas que el oro, los campos de trigo o maíz cotizarían por encima de los diamantes y las panaderías y tiendas de alimentación tendrán puertas blindadas más gordas que las de las cajas fuertes de los bancos. Como nada de eso sucede, que se dejen de cuentos para niños de cuatro años. Ni libre competencia ni ley de mercado. Nuestro funcionamiento económico es pura ley de la selva. Y en la ley de la selva no vence la astucia del zorro o la inteligencia cooperativa de las hormigas; vence la fuerza bruta del que tiene menos escrúpulos.

Si no les gusta la metáfora de la selva, que está muy usada, pasemos a la del patio de colegio. Este sistema económico es un patio de colegio en el que mandan los abusones que te arrean un guantazo si no te pliegas a sus deseos. Y de nada vale ser listo, hacer lo más útil o trabajar como nadie. O eres más fuerte que ellos o callas e intentas pasar desapercibido. Son los abusones los que pisotean y explotan desde siempre a los agricultores y ganaderos, faltas de maldad y fuerza para hacerles frente. Esos mismos abusones sin cabeza son los que han arruinado el campo, porque no tienen ni idea de lo que significa. Y nos dejarán sin alimentos en cuanto vengan mal dadas, porque están consiguiendo que cada vez menos gente cultive la tierra y se encargue de la ganadería. Mirad a vuestro alrededor, pueblo a pueblo. Por eso creo que los primeros que deben de alzarse contra lo que hay, en este tiempo de cambio, son los del campo, los agricultores, los ganaderos que quedan; también los que lo fueron y han tenido que dejarlo por imposible. Nos están estafando, paisanos: día tras día, año tras año. Nos pisotean los abusones de este patio económico. Y no van a parar hasta que los paremos. Va llegando el momento de hacerlo. Los grandes cambios nunca fueron posibles sin la gente del campo, sin la verdadera y única aristocracia que deberíamos de tener? y temer. El campo es la vida. ¿Tendremos que volver a demostrar algo tan obvio?

(*) secretario general de Podemos Zamora