Allá por los años cuarenta, en el período de posguerra, cuando ya se habían acabado las bombas y los tiroteos en España, llegó el momento de apretarse el cinturón porque escaseaban los alimentos básicos y el hambre llamó a muchas puertas. Quienes tenían posibilidades económicas, los ricos, recurrían a comprar de "estraperlo" lo que consideraban conveniente para disfrutar de una buena alimentación, pero la mayoría de los españolitos teníamos que conformarnos con lo que se nos suministraba a través del control de las cartillas de racionamiento; cartillas que servían para que, en las tiendas, previo pago del importe estipulado y corte de los cupones oportunos, nos suministraran lo que el Gobierno, mediante la Comisaría de Abastecimientos y Transportes autorizaba para cada semana.

Por ejemplo, el día 17 de julio de 1945, la prensa local publicaba:

"Racionamiento de aceite, azúcar, arroz, jabón, harina, chocolate y patatas".

"Comisaría General de Abastecimientos y Transportes. A partir del día 19 de los corrientes, los detallistas de ultramarinos de esta capital procederán a suministrar contra el corte de los cupones de las semanas 29 y 30, que corresponden a los días 16 al 29 de julio, ambos inclusive, los artículos que se expresan, a los precios y en la cuantía que también se determinan:

A cartillas de personas de dos y mas años:

Aceite 230 grs/ración 1,20 ptas.

Azúcar B 100 grs/ración 0,50 ptas.

Arroz 200 grs/ración 0,60 ptas.

Jabón 200 grs/ración 0,90 ptas.

Chocolate 100 grs/ración 1,00 ptas.

Harina 250 grs/ración 0,85 ptas.

Patatas 2 kilos/ración 2,70 ptas.

Estos productos de primera necesidad resultaban insuficientes para la alimentación más elemental de las personas, por lo que había que recurrir a la compra de "estraperlo" a precios abusivos que no estaban al alcance de los bolsillos modestos. También el pan de cada día estaba racionado y no tenías derecho más que a ciento cincuenta gramos por persona y día.

Pero no solamente estaban racionados estos alimentos básicos, los mayores de catorce años tenían su tarjeta de racionamiento de tabaco. Yo estaba deseoso de cumplir los catorce años para disponer de mi tarjeta de fumador. En mala hora se me ocurrió hacerme fumador, pues estuve "enganchado" al tabaco hasta los treinta y dos años y estoy seguro de que si no hubiera dejado el tabaco entonces, no estría contándolo hoy.