Cuando empezaron a proliferar los bazares chinos, comúnmente conocidos como "los chinos", advertí que la cosa no quedaría ahí dadas las ansias de expansión de los ciudadanos chinos. Se empieza por un restaurante chino, no hay que olvidar que fueron la punta de lanza, se continúa por los bazares donde de todo hay como en botica, y a poco que nos descuidemos, acabarán convertidos en los dueños absolutos de todo lo demás. Estamos en fase tal. España acabará hablando chino mandarín. La Cataluña que quiere Mas, dada la proliferación de mezquitas en suelo catalán, acabará hablando árabe. Tiempo al tiempo.

Los chinos se están haciendo fuertes en España. El fútbol que es poder y una tentación en la que todos quieren caer, se ha convertido en algo más que una aspiración. Cualquier equipo con problemas, sobre todo si milita en primera, puede llegar a sobrevivir gracias a la inyección de caudal chino. Recapitulemos, que suelen decir en la tele los presentadores de moda. El magnate chino Wang Jianlin adquirió el 20% de las acciones del Atlético de Madrid por 45 millones de euros. Aunque no sea chino de la China, el multimillonario Peter Lim, natural de Singapur, es prácticamente el dueño del Valencia, poniendo al frente del Club, en calidad de presidenta, a Lay Hoon Chan, una dama con mano de hierro. Una firma de capital chino, fundada por Guangying Wong, ex alto funcionario del régimen comunista, ha invertido fuertemente en El Corte Inglés, tocado pero nunca hundido, por la crisis que en todo y en todos ha hecho mella.

Y ahora nos enteramos que un grupo chino ha ganado, con una oferta de 10.000 euros, la subasta judicial de los principales activos del aeropuerto de Ciudad Real. Ojo al dato, porque las instalaciones, que costaron 450 millones de inversión, estaban en concurso de acreedores desde 2010. Nadie pudo o quiso pagar los 80 millones que se pedían. Al final, el grupo inversor chino Tzaneen ha sido la única firma en acudir a la venta judicial, en la que se queda con la pista de aterrizaje, los hangares y la torre de control entre otras cosas. Solo una oferta superior podría salvar del ridículo a la venta mísera y parcelada del que en otro tiempo fuera estandarte castellano-manchego, producto inequívoco de la era aquella del ladrillo que, menudo ladrillazo supuso al final de sus días y siguientes.

Si esto no es una forma de colonización, que baje Dios y lo vea. Entre los de Qatar, bajo sospecha de financiación del terror yihadista, que blasonan en la camiseta del Barça, Arabia Saudí y Singapur cuyo interés por España ha convertido a nuestro país en el cuarto del mundo en cuanto a las preferencias de los inversores extranjeros, España acabará parcelada entre asiáticos y árabes. Ya han puesto sus ojos en Repsol. Y menos mal que no todas las compras se materializan. Porque también se hicieron con el paquete mayoritario de acciones de NH Hoteles, aunque finalmente la venta no se materializó. Templemos todos, antes de hablar mal de los chinos o ponerles carigestos raros, porque ellos acabarán siendo los propietarios de las joyas de la corona empresarial de España. Y nosotros sus asalariados.