Franco duró 40 años. Y 40 años hace de su muerte. Decía el dictador, para tranquilizar a los suyos: "Después de mí, las instituciones". Y por si alguno aún se inquietaba, acuñó otra célebre frase: "Todo quedará atado y bien atado". En un primer momento, pareció que el destino se burlaba del "general exagerado" (traducción literal de generalísimo). En cuando desapareció, las instituciones se alumbraron un sistema democrático, que sin ser perfecto tampoco era sustancialmente diferente al de otros países de nuestro entorno.

-¡Ja! Las instituciones se han reído de Franco -pensábamos los españoles.

Y lo que el gallego de El Ferrol aseguró dejar bien atado, se desató ante nuestros ojos como por arte de birlibirloque, o eso nos pareció.

-¡Ja! Franco no sabía hacer nudos -pensarían muchos, la mayoría quizá, de los españoles.

Sin embargo, cuarenta años después de los cuarenta anteriores, da la impresión de que no estuvieron tan mal hechos los nudos que dejó tras de sí aquella dictadura eterna y que las instituciones funcionaron lo justo como para que todo pareciera cambiar sin que cambiara ni lo sustancial ni las élites. O quizá, tratando de ser comprensivos con los protagonistas del cambio de hace cuatro décadas, se consiguió lo justo para ir tirando? hasta que no se ha podido tirar más. Pues hoy parece evidente que esta España apenas se parece a la España de entonces, y los españoles de hoy ven las cosas de manera muy diferente. Y sobre todo: las instituciones que se configuraron hace 40 años ya no son útiles, se han oxidado y procede cambiarlas, renovarlas, romper los candados sin llave que nos dejaron puestos, porque a los españoles, como decía el dictador, "no se os puede dejar solos".

Va siendo hora de poner fin a nuestra minoría de edad política. En la Transición se pensaba, y no solo los que venían de Franco, que los españoles éramos individualistas, voceras, indisciplinados, ingobernables y propensos a matarnos unos a otros al menor descuido. Por eso se aprobaron sistemas electorales que dieran mayorías fáciles y en las que se concentraba el poder en las cúpulas partidistas. Por poner un ejemplo. Nada tiene de raro, en consecuencia, que los jóvenes de hoy, que las últimas generaciones, tengan dificultades para sentirse representados por los políticos que padecemos, por la partitocracia imperante, que funciona como plaga de langosta, devorando cuanto encuentra a su paso: cajas, justicia, medios de comunicación, etc., etc.

Ese es el panorama pasados cuarenta años de los cuarenta anteriores. Y por eso Podemos defiende que las próximas elecciones no serán unas elecciones más, un simple trámite que renueve las Cámaras de diputados y senadores. Creemos que las próximas generales van a ser mucho más trascendentes porque hay en el horizonte un evidente cambio de ciclo político. Todo cruje en nuestras instituciones. Urge un cambio de rumbo y una renovación de modos, fondos y élites. Y en las próximas urnas se va a decidir el sentido del cambio político que necesitamos: si vuelve a ganar el PP, la ola neoliberal de expolio de los débiles en favor de los fuertes llegará a su paroxismo; si gana Podemos, el nuevo ciclo político desatará los nudos heredados que asfixian al país y se gobernará, al fin, para la inmensa mayoría de la gente: los que de verdad son el país y lo hacen funcionar, sin insaciables parásitos.

En eso, con ese horizonte, trabajamos a destajo en el partido que me honro en encabezar en Zamora. Y por eso, ajenos al ruido, al desgaste y a los infinitos sinsabores de la tarea, no paramos. Convoque cuando convoque Rajoy, vamos a estar preparados con los mejores candidatos, los equipos más sólidos y el programa electoral que para este momento tan decisivo merece el país, cuarenta después de los cuarenta de dictadura.

(*) Secretario general

de Podemos Zamora.