T ampoco es que España viviese la calurosa jornada del pasado domingo pendiente del referendo de Grecia pero seguramente los españoles han estado más interesados por lo que ocurriese en el país heleno que el resto de los ciudadanos europeos. Y eso que es mucho lo que para toda Europa está en juego, dada la trascendencia que pudiera tener la expulsión griega del eurogrupo si no se logra un acuerdo. Pero la similitud de Podemos con Syriza y el firme alineamiento del joven partido de Pablo Iglesias junto a Tsipras, el primer ministro griego, ha dado una especial dimensión política al asunto, haciendo de Grecia el espejo en el que para bien o para mal pueda mirarse el inmediato futuro español dados los paralelismos existentes antes y ahora, por más que actualmente la realidad sea muy distinta y favorable para un país, el nuestro, que empieza a mostrar signos de recuperación y que ve avivado el deseo de cambio político en una parte muy importante de la sociedad, como ya quedara demostrado en las elecciones de mayo.

En Grecia, donde no venció el miedo en enero, cuando la izquierda radical y nacionalista de Syriza arrolló en las urnas tras los fracasos de anteriores gestiones socialistas, primero, y derechistas después, no ha vencido tampoco en la consulta al pueblo que ha arrasado con un no absoluto, más de 20 puntos sobre el sí que propugnaba la oposición, acerca de la propuesta de negociación de la UE sobre el pago de la deuda que acumula el país griego, en quiebra absoluta. Negociación que se va a continuar ahora y que el mismo Tsipras ya había aceptado por su cuenta y la del Gobierno que preside, hace unos días. Todo lo cual pudiera parecer que no ha sido más que una pérdida o una ganancia de tiempo para apurar plazos, aunque resulta indudable que tras recibir el espaldarazo de los ciudadanos y su voto de confianza se van a sentir y mostrar los de Syriza más fuertes a la hora del diálogo que, no obstante, se espera que sea realistas, sobre todo, porque no se puede estar viviendo en la utopía y sin pagar lo que se debe. La paciencia se les puede agotar a los demás y lo cierto es que Grecia sigue, pese al referendo, tan al borde del abismo como antes.

Aquí, si parte de la izquierda, empezando por Podemos, ha celebrado el éxito del rechazo, desde el Gobierno, por un lado se pide calma y se apoya preocupadamente una negociación reflexiva, pues el debilitamiento de la eurozona no sería beneficioso económicamente para nadie, pero por el otro, por el lado político, se hubiese preferido la debacle total de Syriza por lo que hubiese representado cara a España, donde los de Pablo Iglesias les pisan los talones, pese a sus problemas internos. Aunque las imágenes del corralito con la gente haciendo cola ante los cajeros para poder sacar 60 euros como máximo, y otras imágenes de pobreza y desesperación, han quedado impresas en la mente de muchos españoles que no podrán borrarlas a la hora de votar. Aunque falte aun el desenlace, previsible pero que pudiera complicarse mucho, y además de forma inmediata, pues Alemania se muestra reticente al acuerdo, aunque Francia y otros países apoyan la entente, y esperan las propuestas griegas, que tratarán de volver a aplazar una vez más el pago de la deuda. O sea, volver a empezar. Pero pasan por el aro o tendrán que quedarse fuera.