En un par de días, sin avisar, fue demolida la capilla del Hospital, pero en este otro caso fue necesario mucho más tiempo. Fue en marzo pasado cuando se anunció que iba a ser demolido el bloque de hormigón destinado a ser taquilla del teatro. En cuanto pasara la Semana Santa, se dijo. Pero hasta tres meses después, coincidiendo con las Ferias de San Pedro, no comenzó a caer el "búnker" de cemento tras el ataque de las máquinas percutoras.

Son tantos los años transcurridos desde que se cerró a cal y canto el "Ramos Carrión", que si no hubiera sido por el concierto de perforadoras, ofrecido al margen del programa oficial de las fiestas, nadie se acordaría ahora que allí, frente a la casa que vio nacer al insigne dramaturgo había habido alguna vez un teatro (bueno, a eso y a que se ha conservado la fachada original durante todos estos años).

Inaugurado en 1916, con "La noche del sábado", de Jacinto Benavente, ofreció un gran servicio a la ciudad hasta la década de los "sesenta" en que comenzó su decadencia. Fue en 1996 cuando se convocó un concurso de ideas con la idea de mantenerlo operativo.

Casi veinte años después, tras muchas vicisitudes, el teatro continúa cerrado, ignorándose el día en que podrá prestar servicio a los zamoranos.

No se trata de poner a caldo a nadie, pero lo cierto es que al poco de comenzar las obras de reconstrucción, resultó multiplicado el presupuesto inicial merced a la magia surgida de la cimentación, que, al parecer, no había sido calculada adecuadamente. Las taquillas derribadas en estos pasados días de "San Pedro" se habían construido en una parcela de propiedad privada, sin contar con el pertinente permiso. Parte de la edificación, ubicada en la zona opuesta a la fachada, se ha tenido que derribar, o se está a punto de hacerlo, debido a no haberse respetado normas u ordenanzas afectas al casco histórico. De manera que del presupuesto inicial deben quedar pocos vestigios.

Y a todo esto, nadie se ha tomado la molestia de dar a los zamoranos las explicaciones oportunas, cosa que llega a extrañar, ya que en las pasadas elecciones, los distintos partidos políticos prometieron imponer el apostolado de la transparencia por encima de cualquier otra consideración. Por ello, alguien debería informar cómo se encuentra la obra en este momento, a no ser que se pretenda que continúe siendo poco visible y sin apenas eco, o que se desee continuar fomentando el habitual aplauso conformista. Y, si no fuera mucho pedir, conocer la fecha de inauguración oficial con los certificados de obra firmados, tampoco estaría de más.

A pesar de las vicisitudes acontecidas, la credulidad de la gente ha permanecido intacta, ya que los zamoranos siguen pensando que tras la fachada original existe un espacio escénico que podrá acoger, algún día, representaciones teatrales y conciertos. Es por ello, que no sería justo que por sobrios y condescendientes, los zamoranos fueran una vez más ninguneados. Poner en práctica una buena dosis de empatía, por parte de los líderes políticos, no solo les vendría bien a ellos, sino que también sería lo más indicado en este caso.

Dos décadas después de la desaparición de aquel histórico teatro, que las últimas generaciones no han tenido oportunidad de conocer, los más viejos del lugar siguen conservando burbujas de credulidad; y no sin templanza y cautela, continúan poniendo velas a Talía, Melpómene y san Ginés, con la esperanza de volver a escuchar alguna vez aquello de "mucha mierda" que instauraran los cómicos en el siglo XVI y que se sigue repitiendo en nuestros días, para desear los mayores éxitos.