En política, decir una cosa y hacer la contraria tiene difícil encaje en la comprensión de cualquier hijo de vecino. El Psoe de Pedro Sánchez no quiere saber nada del pacto contra la corrupción al que el Partido Popular quiere dar luz verde con el máximo de consenso. El Psoe de Pedro Sánchez, por boca de César Luena, secretario de Organización, opina que "la apatía insoportable de Rajoy" hace imposible sellar un pacto anticorrupción. En política la apatía es contraproducente, no es en absoluto aconsejable.

Lo que no se entiende muy bien, en medio de la problemática corrupta que nos espanta, y sabiendo el grado de corrupción política que soporta Andalucía, es que la Junta que gobierna doña Susana Díaz, esté maniobrando de la forma que lo está haciendo para apartar a la juez Mercedes Alaya, convertida en su azote, de la "macrocausa" de los cursos de formación. Si a lo de Rajoy se le llama "apatía", no digo yo que no lo sea, ¿cómo se llama a este paso dado por la Junta de Andalucía?

Es difícil de entender que se levante el índice acusador para señalar a diestro y en el siniestro propio se pase de largo. Un poco más de autocrítica no les vendría mal a ninguno de estos señores y señoras que pretenden quitarse los problemas de encima con apatía, recursos y maniobras que ponen en tela de juicio sus pretendidos anhelos de regeneración y actuación en contra de la corrupción y los corruptos. En cuestiones trascendentales, no debería haber ideología.

No es aceptable que Luena alabe la actuación de los jueces y de la Guardia Civil en el marco de la Operación Púnica y se abstenga, pasando página de inmediato, al enterarse de las maniobras de la Junta de Andalucía para apartar a la jueza Alaya a la que quisieran fulminar para que acabe su calvario que, por cierto, llevan muy bien. Si sus correosos e infectos asuntos los llevase otro juez menos meticuloso y sesudo que Alaya, a lo mejor les cambiaba la vida. Lo malo es que esta jueza parece no descansar, parece llegar al fondo de todo y hasta todos los que la han hecho.

Los ERE, los cursos de formación y otras tantas corrupciones y corruptelas habidas al abrigo del poder, ahogan a la Junta de Andalucía. El Ejecutivo andaluz debería abstenerse y dejar a la jueza realizar en paz su trabajo y no que no hacen otra cosa que poner obstáculos en su camino en busca de la verdad.

Anda que no están buscando argucias legales para quitarle a la jueza Alaya una instrucción justa, concienzuda y responsable. ¿En qué quedamos entonces? Da la sensación de que ciertos comportamientos fueran contagiosos. Unos por apáticos. Los otros por demasiado activos.